Compañero
01/10/2011 - 18:40
En tiempos procelosos, de incertidumbres y malos pronósticos, hay que tener coraje personal para ofrecerse, a lo que haga menester, a un candidato perdedor. Eso es lo que hizo en la Convención Política del PSOE Felipe González. No se esperaba su presencia sobre el escenario ni mucho menos su declaración de apoyo sin matices, antes y después del 20N.
Los datos de las encuestas, aún antes de comenzar la campaña electoral, son demoledores. Nada de lo que ofrece Rubalcaba tiene el beneficio de la duda. Cada vez que proclama que no hará recortes la ciudadanía le asocia a Zapatero, a los cinco millones de parados y la congelación de las pensiones. Sus mensajes no calan, no despiertan entusiasmo y el PP quiere ganar por goleada.
Por eso, destacados dirigentes socialistas, ex ministros de los sucesivos gabinetes de Zapatero, que estaban llamados a ser la renovación del partido, guardan ahora silencio, no quieren ir en las listas y buscan su futuro en las grandes multinacionales. El ejemplo más paradigmático, quizá, sea el de José Bono. Ministro de Defensa, Presidente del Congreso, que ahora da un paso atrás. La oposición es muy dura y hacer la travesía del desierto aún más.
Tampoco Miguel Sebastián, ministro de Industria, al que los españoles deben muchas de las improvisaciones económicas de Zapatero y que ha tenido en esta última y malhadada legislatura mucho más poder en la sombra que destacados vicepresidentes, quiere saber nada de apostar a perdedor.
De ahí el valor del gesto de Felipe González. Sobre todo si se tiene en cuenta que cuando la corriente encabezada por Zapatero se hizo con el control en el Partido Socialista una de sus obsesiones fue retirar de la vida pública a los mayores de cincuenta años a los que aquellos jóvenes consideraban ya amortizados. ZP y los suyos eran el relevo generacional que venían a mandar a la vieja guardia al archivo de la historia.
Mire usted por donde, jugarretas del destino, es ahora la vieja guardia quien , con su experiencia y coraje, parece capaz de ponerse en cabeza de un intento por recuperar credibilidad, aunar voluntades e intentar salvar los restos de un gran fracaso de gestión, para enfrentarse a la derecha con unas encuestas tan adversas. ¿Recordará Felipe González cuantas veces llamó a Zapatero en lo peor de la crisis y como no le hizo ni caso? Sin duda, se le debe haber olvidado.