Comunicar, si pero ¿qué?
Lo ha dicho Rubalcaba en su primera re-comparecencia como portavoz del Gobierno: aquí hay un presidente y no sé cuántos ministros (y ministras) dispuestos a dar toda suerte de explicaciones, a comunicar, a hacer llegar al pueblo llano el conocimiento de los intríngulis del Gobierno. Pues bien, estar informado es siempre importante pero la pregunta es qué van a comunicar esos ministros y ese portavoz. Porque si por algo se ha caracterizado esta legislatura de Rodríguez Zapatero ha sido justo por comunicar lo que no pasaba, por negar reiteradamente lo que pasaba y por no escuchar a los que desde tantos lados le decían lo que pasaba.
Si de lo que se trata ahora es de reconocer humildemente la verdad y afrontarla aunque sea desde el sacrificio, bienvenido sea este nuevo equipo. Pero hay más. Es que no sólo de comunicación vive el hombre y si los esfuerzos del estrenado gabinete se van a volcar en eso, estamos más bien perdidos. Y ellos también. Porque aquí no sólo hace falta explicar la realidad -esa cosa terca que se empeña en llevar la contraria a Zapatero- sino de cambiarla, de hacer un Gobierno capaz de tomar las decisiones necesarias aunque sean impopulares y de hacer una reforma económica y laboral como Dios manda. Y es ahí donde empieza a mosquear la cosa.
Porque, de entrada, las previsiones que se contemplan en los desapercibidos presupuestos generales, no tienen demasiada consistencia y pese al caro apoyo del PNV y de CC, no van a salir. Reconocer eso sería un buen comienzo para ser creíbles. Pero no va a pasar. Como tampoco puede resultar muy creíble un ministro que se manifiesta contra la reforma el día 29 y tres semanas después se ve en la penosa obligación de improvisar unas explicaciones y pasarse justo al otro bando.
Personalmente me da igual si el hombre fuerte es ahora uno u otro; lo que quiero es ver bajar la terrible cifra de parados, que el crédito vuelva a llegar a PYMES y autónomos, que lo de la austeridad en el gasto público va en serio, que la política exterior no es agachar la cabeza y esperar a que escampe como si los insultos desde Venezuela o las humillaciones desde la Gran Bretaña, no fueran con nosotros. En definitiva, yo no quiero que me expliquen lo que no hace mi Gobierno sino por qué hace lo hace y cómo eso que hace nos beneficia como país y como ciudadanos.
Hay una sospecha legitima de que este nuevo Gobierno lo que pretende es arreglar la catástrofe previsible del PSOE más que arreglar el desastre la nación. No seré yo quien lo diga ahora. Pero nos vemos a la vuelta de tres meses y echamos cuentas. Si todo ha cambiado para que nada cambie, será el momento de decirlo.
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