Con la ley en la mano
Baja la preocupación por el paro según el último barómetro del CIS y sube la
sensación de indefensión ante la corrupción política. No es que preocupe menos
el paro, sino que empieza a preocupar todavía más la marea de la corrupción. Es
algo bastante coherente en realidad, mientras el trabajo vuela y los ahorros
adelgazan, la visión de los representantes de los ciudadanos y demás
instituciones "de poder" a la rebañina desalienta y sobre todo indigna; en parte
es por eso por lo que se ha llenado la Puerta del Sol en vísperas de las
elecciones, porque la sensación de que mientras el país lo pasa muy mal los
gobernantes se lo pasan muy bien, en algunos casos metiendo la mano en la bolsa,
resulta insoportable.
Dice también ese barómetro del CIS que la inmensa mayoría de los
encuestados simpatiza con el movimiento del 15M. También es natural, porque
empezó siendo un grito de protesta ciudadano, sobre todo contra los abusos y
contra las injusticias, aunque según pasó el tiempo acabase degenerando en
episodios indeseables, como el acoso a la ley y a las fuerzas de orden público
cuando a los piquetes de turno de la "indignación" les parece que un determinado
desahucio, por ejemplo, no se debe realizar. El mínimo que se despacha en
sensibilidad humana basta para concluir que ningún desahucio debería producirse,
pero las leyes hay que cumplirlas, e interponerse entre la ley y su cumplimiento
conduce al caos y a la desaparición del Estado de Derecho que nos protege. Lo
criticable de los piquetes anti desahucios que nacieron el 15 M es que ellos
deciden a quién protegen y a quién no, cuándo hay que saltarse la ley y cuándo
no, cuándo hay que hacer huir a la policía (o acosarla) y cuándo no. En Madrid
por ejemplo, cada día se producen treinta y seis órdenes de desahucio, según
datos oficiales, pero solo en uno o dos casos se personan los piquetes de la
indignación a impedirlo por las bravas ¿Y los otros qué, no son tan merecedores
de ayuda y compasión como los elegidos por la plataforma stop desahucios?
Tanto ante la corrupción política: que no es generalizada pero no cortarla
a tiempo hace que parezca una epidemia, como en los casos de leyes o situaciones
manifiestamente injustas, la respuesta es más democracia, más Estado de Derecho,
en definitiva más ley y menos arbitrariedad. Algún día se darán cuenta los
políticos del daño que le está haciendo al sistema, no que cuatro frescos roben
sino que se vayan de rositas: la impunidad. Esperemos que no sea demasiado tarde
porque en todas las encuestas el afecto hacia las instituciones cae. Y esperemos
que también se den cuenta, y esto lo digo mirando al Gobierno, que aunque
estemos al borde de una campaña electoral en la que todas las encuestas auguran
serios nubarrones a los socialistas, ningún gobierno democrático y ningún
ministro del Interior puede consentir que nadie vulnere la ley aunque sea en
nombre de la justicia para adular a movimientos, como los "indignados", que
nacen del desencanto ciudadano pero no pueden conducir a la arbitrariedad ni al
incumplimiento de la leyes, a no ser que queramos cargarnos el Estado de
Derecho.