Con velas y candil
28/04/2013 - 00:00
Algo que parece tan básico en los días en que vivimos como abrir un grifo y que salga agua, pulsar un interruptor y tener luz, caminar de noche por las calles alumbrados por farolas o poder comunicarnos por teléfono fijo era una aspiración o reivindicación para muchos de los pequeños pueblos de nuestra provincia hace poco más de tres décadas, o sea cuando los hoy cuarentones éramos unos niños con poca edad. De ello podemos dar fe por nuestras excursiones infantiles al pueblo de nuestros ascendentes, Huertapelayo, una pequeña localidad entre montañas bañada por el río Tajo, allá por la zona de Molina. Lo conocimos sin luz en las casas ni en la calle, algo tremendamente divertido al tiempo que terrorífico para unos niños para los que era toda una aventura levantarse a media noche o ir a la casa del vecino, que en todo caso era un familiar cercano. Bajar a por agua a la fuente con el cántaro del que los mayores sabían beber a chorro era otra de las diversiones. Nada de televisión, lavadoras, microondas o lavaplatos, ni de teléfono, ni siquiera fijo. Todavía por inventar estaba Internet y las redes sociales que hoy parecen indispensables. Los coches se ponían de barro hasta arriba porque no había ni un pequeño puente para atravesar un riachuelo a la entrada. Que tiempos.
Cuánto lucharon por aquellos años, vía diplomática se entiende, tanto mi abuelo, Salvador Embid, un apasionado de su pueblo, como mi padre, para que aquellos servicios y otros llegasen al pueblo para hacer más cómoda la estancia de los veraneantes y más segura. Las diputaciones, a las que en estos días agradecemos las carreteras, caminos, redes de saneamiento y los servicios a los que nos referíamos, eran las destinatarias de estas reclamaciones, así como un tal no recuerdo don quién de la telefónica que no veía rentable una cabina y menos aún las líneas en las casas. Todo eso hoy es historia, aunque no tan lejana. Hace un par de semanas personal de la Diputación fue a Huertapelayo porque un vecino había avisado de la caída de parte de un camino. No fue nada pero el servicio se prestó. En los días que rendimos homenaje a las diputaciones nos unimos a estos y las felicitamos. Las consideramos imprescindibles e intocables en su esencia. Que adelgacen las administraciones por otros lados.