Confluencias

28/03/2016 - 23:00 Jesús Fernández

Estamos luchando para que la convergencia entre el orden moral y el orden político sea total. Todo gobierno sería una coalición entre valores morales y valores democráticos. Y sin embargo, la llamada vieja política que no difiere en nada de la nueva, está reproduciendo lo más antiguo y repugnante del hombre como son el egoísmo y las pasiones en torno al poder y al dinero. Sin novedad en la actual democracia. Todo transcurre en la misma línea de confluencia de ambas dimensiones formando una estructura piramidal, cerrada, egocéntrica, llena de vicios y movida por intereses particulares. Desglosando estos últimos, parece que, en esta democracia, todo responde a los deseos, los caprichos, los premios, los ascensos, los cargos, promociones de unos pocos frente a la impotencia de las personas en relación con los sistemas de elección, de selección, de propuestas, de nombramientos, de asignación.
Hemos hablado de la confluencia de dos sistemas, el político y el moral. No es exacto. No es la equiparación, la fusión o confusión entre ambos órdenes sino la relación de preferencias. Ningún partido, ningún orden, ninguna organización democrática puede agotar o interpretar plenamente las exigencias de los valores humanos que son la referencia de toda cooperación social o comunitaria. Veamos el inventario de comportamientos o problemas sociales: violencia, matanzas, persecuciones, guerras, deportaciones, opresiones, corrupción, genocidios, pobreza, hambre y miseria, injusticias, desigualdades, abusos de género, explotación de menores, narcotráfico, prostitución, esclavitud, desempleo, rupturas familiares, favoritismos, enchufismos, recomendaciones. Ese es el “orden” social o desorden. ¿Quién o cómo se hace frente a todo eso? ¿Quién y cómo se solucionan estos problemas? Por el contrario, la programación constitucional de la vida política va por otros derroteros como son principios y libertades a saber: el supremo valor de la vida y de la persona humana en su integridad, la libertad como identidad irrenunciable y recíproca del hombre, la conciencia moral como elemento esencial de la dignidad humana, derechos y deberes individuales como estructuras complementarias, primacía de la ley sobre la permisividad total, desarrollo de los derechos a la educación, al trabajo, a la sanidad, a la información veraz, a la seguridad y protección de las personas y de los bienes privados, subordinación del derecho positivo al natural y del orden político al moral, derecho a la solidaridad y ayuda mutua en la comunidad, unidad del sujeto de la soberanía popular y el respeto a su integridad. No todos los partidos tienen los mismos principios y, sobre todo, las mismas primacías y estrategias. Pero todos deberían coincidir en el trazado esencial de nuestra democracia para lograr, lo que en otros ámbitos, se llaman sinergias aprovechables y disponibles. Fusión no significa confusión y colaboración no quiere decir confluencias, porque hay órdenes o sistemas que nunca confluyen y son como dos vías (del tren) paralelas que nunca llegan a encontrarse.