Constitución y política

22/12/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Hay que rescatar y liberar el discurso constitucional de la arena y del debate político o partidario. Cuanto menos intención y perspectiva política se utilice para hablar de ella, mejor será la inteligencia y el acceso a la misma. En el fuego cruzado (verbal) de los partidos existe una estrategia de disparar por elevación. Parece que cuanto más alto sea el objetivo y la propuesta, más interés va a encontrar en la población expectante y ansiosa de grandes promesas. Además, es un error utilizar el tema constitucional (en especial su reforma) como arma arrojadiza entre los partidos contendientes. Por otra parte, el tema constitucional sirve hoy para distraer a la opinión y animar el debate social. Sin embargo, en esta labor de neutralidad política en todo lo relacionado con la Constitución nos parece un abuso que el tema de su posible reforma constituya una parte de la propuesta electoral de los partidos. La reforma aludida no debe formar parte de ningún programa de un partido en concreto. A eso nos referimos cuando hablamos de consenso constitucional.
Algunos tienen una perspectiva equivocada al pensar que la Constitución es una ley más (o como las demás) y que su reforma o adecuación puede seguir el mismo procedimiento que la reforma de otras leyes. Conocimiento, análisis, obligatoriedad y estructura de la Constitución forman un proceso muy complejo. Antes de la Constitución política o redactada existe una “constitución” de la sociedad formada por valores, cultura, historia, formateo de derechos y aspiraciones. Sobre ella recaen una serie de niveles y transferencias de orden nacional, regional, europeo, internacional, de organismos e instituciones. No todo en la Constitución es política. La cultura democrática y constitucional comprende hoy un concepto integrante de formas de vida personal y de orden jurídico social. Libertades individuales pero también responsabilidades y relaciones comunes. Igualdad individual pero también igualdad de todos ante la ley. Es la hora de los ciudadanos y de la voluntad general anterior a la delegación o sistemas de representación. Cualquier propuesta de modificación constitucional tiene que gozar de una neutralidad, universalidad, imparcialidad y soberanía pues no puede partir condicionada, contaminada o impulsada sólo por los intereses concretos de uno u otro grupo social. Lo mismo que decimos de los partidos puede decirse de las exigencias territoriales que no pueden ser la vía de acceso válida hacia la reforma. Muchas veces se actúa en los partidos bajo presión, urgencia y oposición. La Constitución no es política pero la política nace de la Constitución y no viceversa.