Contentos y contrariados por el Constitucional

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por:
El comentario
Carlos carnicero / Periodista
Existe una ecuación matemática que sólo es aplicable en España mediante la cual los políticos pueden estar a la vez contentos y contrariados con un mismo asunto, en función de la utilidad que tengan esos extremos contradictorios. De esa manera, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, exalta la derrota del PP, en el mismo momento en que el presidente de la Generalitat y ex ministro del Gobierno de Fernández de la Vega se muestra indignado por lo decidido por el Tribunal Constitucional y organiza manifestaciones como si fueran actos de gobierno.

Nadie quiere aceptar sus responsabilidades en la cadena de despropósitos del estatuto de Cataluña. Pascual Maragall, enfermo y fuera de la política, convenció a José Luis Rodríguez Zapatero del pistoletazo de salida. No hubo consenso en Cataluña, lo cual permitió sumar a la cerrazón del PP la rentabilidad instantánea de que quedara fuera del proceso.
El Parlamento de Cataluña mandó al Congreso un texto imposible. Y allí, en expresión de Alfonso Guerra, se “cepilló” hasta donde se pudo. El mecanismo previsto en la Constitución fue activado por el PP y por el Defensor del Pueblo y presentaron un recurso de inconstitucional mientras los partidos políticos permitían que el Tribunal Constitucional se degradase por falta de consenso en su renovación.
?Esta retahíla de despropósitos no tiene fin. Ahora Montilla, que reconoce que la sentencia salva la parte central del Estatuto, llama a la movilización; Ezquerra Republicana, que se dio el lujo de votar contra este estatuto y pedir la movilización contra él ahora lo defiende como si fuera su hijo preferido.
La gran abstención de los catalanes en el referendo no se recuerda, porque es de mal gusto hablar del desapego de los ciudadanos de Cataluña con toda esta operación política.
Nadie piensa ni en Cataluña ni en España. A diferencia de la película Casablanca, el mundo se está hundiendo y en España seguimos desenamorándonos. Así nos va.