Corrupción y democracia
26/04/2011 - 00:00
En los últimos cinco años, la Fiscalía General del Estado ha tenido entre manos 750 causas de corrupción, que implican prácticamente a todos los partidos políticos de nuestro país. Desde la izquierda a la derecha ideológica y desde el norte al Sur de nuestra geografía, casi todas las comunidades autónomas se ha visto salpicadas de casos de cohecho, malversación, prevaricación, tráfico de influencias, blanqueo de capitales y otros muchos delitos de peor nombre y transcripción. No es que nuestros políticos sean unos chorizos, como afirman genéricamente algunos que han dejado de creer en el sistema, sino que se han ido tolerando y haciendo la vista gorda a situaciones que han terminado por convertir en practicas habituales y normalizadas hechos delictivos e intolerables desde el más mínimo concepto de transparencia democrática.
Tal como está el patio, no deja de sorprender que se haya armado la "marimorena" y se hayan hecho conjeturas políticas de todo tipo porque la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, haya dicho sin más que los ciudadanos agradecen que en las listas de los partidos políticos no repitan imputados, apelando a las responsabilidades políticas que se deben asumir. Inmediatamente han surgido interpretaciones sobre si el mensaje era una forma de distanciarse de Camps y también de Rajoy o incluso de si la presidenta madrileña, que no suele dar puntada sin hilo, se desmarca de la dirección de su partido por lo que pueda pasar tras el 22-M. Sin embargo, se han oído pocas voces entrando en el quid de la cuestión , en si se debería regular, de alguna manera, que los partidos políticos no pudieran incluir en sus listas a ninguna persona bajo sospecha.
Todos sabemos que estar "imputado" no significa estar "condenado", y que esa figura legal sirve para poder ejercer con garantías el derecho a la defensa, pero tal vez ni la figura en si cumple con su cometido, ni se repara con ella muchas injusticias. Es verdad que si se impidiera a cualquier imputado formar parte de una lista electoral, se podrían cometer graves injusticias como las cometidas en su día con Demetrio Madrid o José Manuel Soria, que fueron declarados inocentes por la Justicia después de pasar un autentico infierno personal y político, pero también lo es que los partidos políticos tienen suficientes resortes, influencia, poder y cargos a repartir como para no dejar a ningún inocente a la intemperie. No se trata de que aquí paguen justos por pecadores, pero algo se debería hacer para lavar la imanten de los políticos y la política cuyo crédito va en picado.
En alguna ocasión he comentado que la corrupción "made in Spain" se une inevitablemente a la política y a los políticos de todos los partidos, por lo que seria urgente una regeneración democrática que implique tolerancia cero con cualquier corruptela por nimia que parezca. Hacer la vista gorda o aceptar como un signo de normalidad determinadas practicas que han servido para financiar ilegalmente a los partidos, ha colocado a todos los políticos bajo sospecha, lo cual es tremendamente injusto y profundamente dañino para la democracia. Ni todos son unos chorizos, ni todos se han metido en política para forrarse, ni por supuesto todos se sitúan al limite de la legalidad, pero que su acción no sea ejemplar y también ejemplarizante, ha provocado un profundo rechazo de los ciudadanos y una gran desconfianza difícil de recuperar.
Algo muy grave pasa cuando la política en vez de ser una solución se convierte en un problema y cuando dedicarse a la "cosa publica" es un demérito y desprestigia a quines se debería elogiar por los servicios prestados a la comunidad. Algo muy grave esta pasando cuando los partidos políticos prefieren usar la corrupción como una potente arma electoral en vez de combatirla, cuando ocultan de manera vergonzante el debate sobre su financiación porque ninguno esta libre de culpa o cuando, permanentemente, señalan al adversario con el dedo acusador y ven la paja en el ojo ajeno sin que les moleste la viga del propio. La corrupción es uno de los peores males de cualquier democracia y cuando mas se intenta tapar peor huele, aunque los políticos ya ni siquiera se molesten en taparse la nariz.