
Criticas a la democracia
28/02/2016 - 23:00
Democracia significa poder del pueblo pero ¿dónde manda el pueblo? La otra cara de la democracia es elegir a los hombres por los que el pueblo se deja mandar. Mandar y ser mandado cierra el círculo del fenómeno soberanista. La democracia parlamentaria está de retirada. Se hacen hoy más operaciones políticas fuera del Parlamento, en despachos y oficinas privadas, que en el Congreso de los Diputados como sede de la soberanía popular. Los ciudadanos no están satisfechos con sus sistemas de representación. La opinión del pueblo y la confianza en sus dirigentes se resienten cuando no hay coherencia en sus actitudes ni cumplimiento de sus promesas. Crece el escepticismo. Por el contrario, tenemos que constatar el aumento de la agresividad política, mayoritariamente intelectual y verbal pero esperando la orden de ataque ideológico en el odio social y en la revolución.
Los partidos establecidos están muy jerarquizados y son autoritarios. Supongamos que un ciudadano, sobre todo los jóvenes, siente inquietud por las situaciones de injusticia y desigualdad existentes en la sociedad y quiere hacer algo para solucionarlo. Tiene que entrar en el engranaje y en el mecanismo de los partidos existentes. O acepta sus reglas o se convierte en un francotirador a la intemperie sin apoyo ni ayuda de nadie. Conformismo o complicidad con los partidos establecidos. O te unes y te dejas guiar o terminas arrollado y arrojado en la cuneta y fuera del camino. Algunos partidos que no gobiernan tampoco dejan gobernar ni quieren que gobiernen los otros. La oposición, entre nosotros, no significa crítica política sino obstrucción. El marxismo es un sistema antieconómico que promete repartir la riqueza de los demás pero no es capaz de generarla. Todas sus medidas, en materia económica, son de intervención, de control, de nacionalización, que impiden la libertad e iniciativa de la producción. El comunismo siempre aparece en épocas de prosperidad como fenómeno furtivo, repartiendo igualdad a base de robarla.
Por lo demás, la democracia es un proceso sistemático, no es una fenomenología lineal. No existen extremos sino centro y periferia. O te sitúas en el centro de la moderación y equilibrio o te sales por los límites (hacia la dictadura e intransigencia) que rodean los derechos humanos cayendo en la radicalización, en la insumisión. Por eso, todos los extremismos son iguales y coinciden en su radicalización y fundamentalismos. En esta línea hay que colocar los diferentes socialismos del siglo XXI. En estos socialismos de hoy, mandan más las sensaciones que las prestaciones, las pasiones que las adquisiciones. La venganza, el resentimiento, la revancha, el odio, el fanatismo, el sectarismo, el egoísmo, el apego al poder, es una carga social que impulsa y mueve al aspirante a gobernantes.