Crucifijos y desastres escolares

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

La mirada indiscreta
Antonio Perez Henares, PERIODISTA
“La enseñanza pública está enferma y los partidos solo contribuyen a aumentarle la fiebre”.
El problema de la escuela española no son los crucifijos. El problema es que la enseñanza es un desastre, que el fracaso escolar es el más alto de Europa, que los dislates autonómicos han convertido asignaturas como la literatura, la historia o la geografía en trincheras tribales y mitos sectarios, que los maestros han perdido su autoridad y se encuentran indefensos ante lo peor de su alumnado y los más energúmenos de los progenitores y que se ha confundido de tal manera el culo con las témporas que se rompe la escala de valores esencial del aprendizaje y consustancial a la propia especie humana, el que trasmite conocimiento no es colega del que los recibe, es su “maestro”. El remate han sido las intromisiones políticas tanto estatales como por Comunidades. La carrera hacia la dislocación y por conseguir el primer premio a ver quien la mete mas hondo, la pata digo, tiene enfebrecidos desde el alba democrática al PSOE y al PP. En esto hasta Rubalcaba la metió hasta el corvejón. Y mira que uno le tiene aprecio a Rubalcaba. Pero lo de la Logse nos los podía haber ahorrado.
La enseñanza publica está enferma y los partidos solo contribuyen a aumentarle la fiebre. Ahora, por si algo faltaba para hacer hervir el termómetro, nos metemos en una guerra de crucifijos. De entrada, el que los símbolos religiosos desaparezcan de los centros públicos es acorde con la aconfesionalidad del estado. Si lo que subyace bajo ello es una especie de anticlericalismo, de cristianofobia, eso es harina de otro costal y tremendamente peligroso. Negar el substrato histórico, sentimental y vital, hasta para los que como es el caso del escribidor no están en la fe ni en las confesiones de nuestro pueblo, es una verdadera estupidez. Y aún se detecta algo peor. Parece que hay bula para la crítica feroz, demoledora y agresiva contra todo aquello que huela a la religión y confesión mayoritaria, la cristiana.
Se puede efectuar cualquier ataque en nombre de la libertad religiosa aunque con ello se ofendan los sentimientos de una muy mayoritaria parte de la sociedad, sea esta practicante o no. Pero ¡ojito! Si, por ejemplo y como mejor ejemplo, se osa criticar al islam, una religión mucho más arcaica y en severa contradicción con los derechos humanos en general y ya no digamos con los de la mitad de la población, la mujeres, ya no hay que tener cuidado sino que se impone la censura, autocensura y miedo. Y entonces se saca a pasear por encima de la libertad de expresión, la de culto y creencia. Y por encima de los derechos del hombres las presuntas verdades reveladas por un dios determinado y que, claro, solo interpretan con verdad sus sumos sacerdotes. O sea, que en un caso libertad y barra libre y en el otro censura y teocracia.