Cuando fracasa la educación sexual

15/05/2012 - 11:49 Redacción

Una de las herencias del anterior Gobierno socialista, aparte de la económica y del elevado número de parados, ha sido el adoctrinamiento y deformación de la educación sexual. Recordemos, como ejemplo de protesta, la actuación de la asociación “Hazte Oír” al denunciar que en Andalucía las autoridades educativas llevaban la pornografía y la masturbación a las escuelas. Pronto empezaron a llover las denuncias presentadas por los padres de familia.
      Por su parte, la asociación Profesionales por la Ética había presentado un escrito ante la Fiscalía del Tribunal Supremo, porque la página web “Sexpresan”, de la asignatura Educación para la ciudadanía, “tiene un alto contenido sexual, está altamente ideologizado y atenta contra los derechos de los niños, de los padres y la propia legislación internacional en materia de protección a la infancia”, según consta en dicho escrito.
    Tampoco debemos olvidar la actuación de la plataforma de padres “Madrid Educa en Libertad”, porque elevó escritos solicitando que no se impartieran a sus hijos clases de educación sexual, en algunas de las cuales se repartían preservativos, según han afirmado.
    Pues bien, de lo que se siembra se recoge. Ahí están ya los frutos (ciertamente, muy amargos) de tal siembra. En primer lugar, el incremento de las enfermedades de transmisión sexual. Según datos del Servicio de Vigilancia de Epidemiología de Enfermedades de Transmisión Sexual (año 2011), los casos de sífilis en España se elevaron en un 306 % en la última década y los casos de gonorrea se incrementaron en un 135 %.
    En segundo lugar, ha quedado suficientemente demostrado que con la “píldora del día después” no disminuyeron los abortos; al contrario, su número se ha duplicado en los últimos diez años, debido sobre todo a que el aborto es utilizado como método anticonceptivo. Éste es, sin duda, el fruto más amargo de todos, porque las consecuencias las sufre el ser más inocente y débil que podamos imaginar: el niño concebido y aún no nacido.
    Fruto de esa siembra es también la falta de felicidad que padecemos. Precisamente, recordemos una reciente encuesta publicada en el “The Economist”, poniendo al descubierto que los españoles estamos entre los menos felices del mundo… La explicación podría estar en estas palabras de Pablo VI: “El hombre no puede hallar la verdadera felicidad… más que en el respeto a las leyes grabadas por Dios en su naturaleza” (encíclica Humanae vitae). Vivir sin Dios o sin respetar sus leyes tiene su precio.
    Ante esta situación, es preciso cambiar la orientación de la asignatura Educación para la ciudadanía, es preciso dar un golpe de timón a la actual educación sexual, sencillamente, porque ha fracasado. Ha sonado la hora de prestar atención a la recta formación sexual de nuestros adolescentes y jóvenes, poniendo especial cuidado en orientarlos hacia la “humanización” de la sexualidad, nunca hacia su “animalización” como se vino haciendo en los últimos años.
    Digo en la Introducción de mi último libro  que, desde el nacimiento hasta la muerte, nuestra vida va discurriendo a lo largo de una línea horizontal. Porque somos libres podemos desviarnos de esa línea, hundiéndonos en los abismos de lo material, rebajando nuestra condición humana y viviendo en un mundo sin valores o, por el contrario, podemos elevarnos hacia lo alto, hacia el ideal de perfección, hacia el mundo de los valores espirituales. Todo depende del camino que elijamos… Pues bien, parece que durante los últimos años hubo un especial interés en animar a nuestros adolescentes y jóvenes a que eligieran el primer camino. Las consecuencias ya quedaron suficientemente expuestas.