Cuando se calientan los cascos
03/01/2011 - 00:00
Hace poco menos de un año, en un restaurante de Madrid, un amigo común me presentó a dos asturianos, uno de ellos de Pola de Siero, con los que terminamos por hablar de política local, y uno de ellos confesó que ambos eran de "los Cascos". Hay más de dos, por lo que hemos podido ver en esta batalla donde la proverbial inteligencia de Álvarez-Cascos está siendo roída por su no menos proverbial soberbia.
A Álvarez-Cascos le debe la derecha española su contribución brillante a la reorganización del PP, cosa que hizo con mano de hierro en guante de cemento armado, porque no hubo una concesión a la disidencia, al matiz o a la desviación, y, desde luego, si algo caracterizó a la etapa de Álvarez-Cascos como Secretario General del PP fue la falta absoluta de democracia interna. Que quien siempre hizo uso y ostentación de su carácter autoritario, reclame ahora
democracia interna puede significar, o bien que el señor Cascos es un converso, o bien es un hipócrita con buena memoria.
En su haber hay que anotar el incansable trabajo desarrollado en todos los puestos que ha ocupado ( todavía en el ministerio de Fomento se recuerda su fama de infatigable tanto como su antipatía) y en su debe algunas debilidades como las cacerías a 60.000 euros el puesto a las que era invitado siendo ministro, incluso a Rumanía donde se fue a cazar un oso.
Es cierto que ha sido injuriado y vilipendiado con grosera impertinencia por algún medio de comunicación, y hay algunas querellas pendientes, pero también es cierto que sembró polvos continuos de crítica a todo el nuevo equipo de Mariano Rajoy, incluido el propio presidente del partido, y resulta ingenuo que
no previera que los polvos podían transformarse en lodos. Hoy, puede aparecer como una víctima, pero si la rabieta y el rencor le lleva a la estupidez de formar un partido nuevo en Asturias, logrará hacerle tanto daño al PP como se hará a sí mismo. Y la vida siempre tiene una oportunidad posterior. Quien va por la tercera esposa debería saberlo por experiencia.