Cuando un periodista muere...

06/09/2013 - 00:00 Luis Monje Ciruelo

 
 
 
   Cuando un periodista muere (pienso en Manuel Martín Ferrand, de ABC), a sus lectores algo se les muere en el alma, aunque sólo sea el gusto con que compraban el periódico y leían su artículo cada mañana. Cuando es un periodista de raza, como Ferrand, (el adjetivo no es mío), a los que se identifica con el periódico en que escribe, la huella que su vacío deja es mucho mayor, hasta el punto, en algún caso, de dudar si merece la pena seguir comprando ese periódico si no se le puede leer a él. Sería una situación extrema porque en ningún caso un solo periodista puede ser la representación total de un periódico. Pero es indudable que ese adiós definitivo, sea de Ferrand, de Jaime Capmany o, de César González-Ruano, debilita la relación entre periódico y lector. Pero estamos hablando de una institución, como es todo periódico por humilde que sea, en la que todos somos necesarios pero ninguno es imprescindible. Algo parecido a lo que les sucede a muchos madridistas al ver que no juega Casillas, pero no se les ocurre hacerse del Barcelona o del Atlético de Madrid. Personalmente, por mi admiración como lector y mi sana envidia de su talento periodístico, su muerte me ha traído el recuerdo del inicio de nuestra amistad. Fue en un viaje periodístico en los años sesenta al Instituto Leprológico de Trillo con motivo del Día Mundial de la Lepra, que se celebraba a finales de enero.
 
  Con este motivo, cada año dedicaba yo una crónica a la lepra y la leprosería en ABC, La Vanguardia y Nueva Alcarria. Me pareció entonces un hombre de fuerte personalidad y gran capacidad de decisión como lo demostró después en la cadena SER, de la que llegó a ser director general, y en la creación de Antena 3 TV. Cuando creó en la Cadena SER Hora 25, en 1971, para contrarrestar el monopolio del Gobierno me llamó para que fuera el portavoz de Guadalajara. Y cada medianoche le daba la información provincial, que se emitía en directo ,y que invariablemente terminaba: “Desde Guadalajara informó: Luis Monje Ciruelo”. Creo que mi nombre nunca alcanzó tanta popularidad. Hasta el punto de que algunos taxistas alcarreños de Madrid, grandes consumidores de radio, no le cobraban la carrera a mi mujer al saber que su marido era quien les llevaba cada noche la voz de Guadalajara. Descanse en paz este gran periodista, con el que no siempre estaba de acuerdo.