Cumbre multipolar
01/10/2010 - 09:45
PUNTO DE VISTA
Antonio Casado,
PERIODISTA
Cada día es más incierto el papel de Estados Unidos como primera potencia en un mundo cuya unipolaridad tiende a desaparecer.
Tal vez lo mejor de la cumbre de Washington haya sido el respaldo conjunto de veintidós países, cada uno de su padre y de su madre, a un solo documento oficial contra la crisis. La declaración conjunta no pasa de ser un catálogo de intenciones, junto a la creación de unos grupos de trabajo y el compromiso de volverse a ver dentro de cien días.
Sin embargo, es buena noticia la apertura de una dinámica de cooperación internacional para afrontar los desafíos cuando las economías occidentales han entrado en recesión o están a punto de hacerlo. No es el caso de las llamadas emergentes, que aún mantienen altas tasas de crecimiento, a excepción de Méjico. Pero hay algo más significativo. Me refiero al formidable poder adquisitivo de países como China, Rusia o los llamados países del Golfo. Si deciden ir de compras a los mercados occidentales, que estarán de rebajas durante al menos los dos próximos años, los efectos pueden tener ya carácter político.
Cada día es más incierto el papel de Estados Unidos como primera potencia en un mundo cuya unipolaridad tiende a desaparecer. No está nada claro que ese país sea capaz de controlar políticamente los acontecimientos a partir de ahora cuando, por ejemplo, sabemos que los llamados países emergentes son sus grandes acreedores, después de comprar ingentes cantidades de bonos americanos. Ojo al dato, la República Popular China ya se ha convertido en el primer acreedor de Estados Unidos.
Puestos a dejar volar la imaginación, eventualmente una Norteamérica con el agua al cuello siempre podría provocar dinámicas inflacionistas para devaluar la posición china y los otros acreedores, pero estos también podrían atacar la credibilidad del dólar como divisa de referencia o unidad de cuenta global. Y eso si sería verdaderamente una revolución, desde los acuerdos de Bretton Woods en 1944.
Por eso llama especialmente la atención la apuesta por el multilateralismo que figura en el documento oficial alumbrado por los mandatarios asistentes a la cita reconstituyente del pasado fin de semana en Washington. Nos pone en la pista sobre el retroceso de EE. UU como potencia dominante. No solo en el terreno económico. También en el militar, tras el calamitoso balance de sus intervenciones en Irak y Afganistán. Y en el político, donde últimamente hasta Hugo Chavez se permite provocar el poder americano y mofarse de Bush.
De todos modos, aunque el mundo esté dejando de ser unipolar, mira hacia Washington con la esperanza de que dentro de cien días, cuando vuelvan a reunirse los mismos gobernantes que se reunieron este fin de semana, el liderazgo de Barack Obama permita ver las cosas de otro modo.
Sin embargo, es buena noticia la apertura de una dinámica de cooperación internacional para afrontar los desafíos cuando las economías occidentales han entrado en recesión o están a punto de hacerlo. No es el caso de las llamadas emergentes, que aún mantienen altas tasas de crecimiento, a excepción de Méjico. Pero hay algo más significativo. Me refiero al formidable poder adquisitivo de países como China, Rusia o los llamados países del Golfo. Si deciden ir de compras a los mercados occidentales, que estarán de rebajas durante al menos los dos próximos años, los efectos pueden tener ya carácter político.
Cada día es más incierto el papel de Estados Unidos como primera potencia en un mundo cuya unipolaridad tiende a desaparecer. No está nada claro que ese país sea capaz de controlar políticamente los acontecimientos a partir de ahora cuando, por ejemplo, sabemos que los llamados países emergentes son sus grandes acreedores, después de comprar ingentes cantidades de bonos americanos. Ojo al dato, la República Popular China ya se ha convertido en el primer acreedor de Estados Unidos.
Puestos a dejar volar la imaginación, eventualmente una Norteamérica con el agua al cuello siempre podría provocar dinámicas inflacionistas para devaluar la posición china y los otros acreedores, pero estos también podrían atacar la credibilidad del dólar como divisa de referencia o unidad de cuenta global. Y eso si sería verdaderamente una revolución, desde los acuerdos de Bretton Woods en 1944.
Por eso llama especialmente la atención la apuesta por el multilateralismo que figura en el documento oficial alumbrado por los mandatarios asistentes a la cita reconstituyente del pasado fin de semana en Washington. Nos pone en la pista sobre el retroceso de EE. UU como potencia dominante. No solo en el terreno económico. También en el militar, tras el calamitoso balance de sus intervenciones en Irak y Afganistán. Y en el político, donde últimamente hasta Hugo Chavez se permite provocar el poder americano y mofarse de Bush.
De todos modos, aunque el mundo esté dejando de ser unipolar, mira hacia Washington con la esperanza de que dentro de cien días, cuando vuelvan a reunirse los mismos gobernantes que se reunieron este fin de semana, el liderazgo de Barack Obama permita ver las cosas de otro modo.