Daños morales en los incendios forestales

Han pasado ya diez días desde que se produjese el primer incendio forestal de este año en la provincia de Guadalajara y los vecinos de Ocentejo siguen sin dar crédito a lo sucedido, esforzándose en asimilar el dantesco espectáculo de destrucción de parte de su monte. Con nostalgia se refieren a una parte llena de pinos y sabinas, además de piedra, ubicada en una espectacular pendiente. Un sitio bonito que tardará décadas en regenerarse. El dolor de ver parte del patrimonio del pueblo dañado, de lugares que atesoran recuerdos, es la principal secuela que dejan los fuegos que arrasan nuestros parajes. Ahora han sido doscientas hectáreas, aquel terrible 16 de julio de 2005 fueron más de 13.000, cobrándose la vida de once personas del retén de Cogolludo. En muchas zonas de nuestra provincia las huellas del fuego en el paisaje y la memoria recuerdan otros sucesos de este tipo, algunos por imprudencias, otros por la perversa mano del hombre. Ante estos devastadores escenarios cabe recordar la importancia de la colaboración de cada persona en el cuidado del medio natural, llamar a la prudencia en las acciones que pueden provocar la chispa que lo haga arder todo. La temporada de alto riesgo ya no es exclusivamente los meses del verano, el adelanto del calor hace que la primavera resulte igualmente peligrosa. La situación ha provocado la activación por parte del Gobierno regional de los medios que componen el dispositivo de prevención y extinción del fuego y la inmediata aplicación de prohibiciones como el uso de fuego en determinadas áreas. Hay que adelantarse con medidas de precaución, disponer los efectivos necesarios para una eficiente actuación y trabajar en la reparación de los daños ayudando a los ayuntamientos que carecen de recursos en las opciones de recuperación. La lucha es cosa de todos y durante todo el año.