De hospitales

21/09/2013 - 00:00 Luis Monje Ciruelo

 
 
 
   Por experiencia propia o de familiares y amigos, todos sabemos lo que es estar ingresado unos días en un hospital, aunque sólo sea para unas pruebas indoloras. El mundo se cambia porque lo vemos desde una perspectiva distinta. El paciente se siente fuera de su entorno, está pendiente de un diagnóstico del que espera su inmediato futuro, incluso, en algún caso, de si lo tiene o no. Se ve de repente metido en un ambiente social y profesional que no es el suyo, al que debe adaptarse para poder interpretarlo desde su punto de vista. Sus días y noches ya no son iguales que antes, porque un hospital nunca puede ser un hogar. Tampoco lo suele ser un hotel por muchas estrellas que tenga, aunque el hotel lo hemos elegido y podemos exigirle un servicio adecuado, porque lo pagamos y podemos irnos a otro. Es cierto que también pagamos el hospital, mejor dicho: lo tenemos pagado con nuestros impuestos.
 
  Pero todavía no se ha dado el caso de un paciente que contra la voluntad de los que le atienden, se vaya a otro hospital. La ignorancia total o parcial de su patología se lo impide. Los hospitales, en general, y el de Guadalajara en particular, ya no están pensados para los pobres. Eran establecimientos en los que muchos descendían su último escalón social: el de morir en un hospital. Lo que antes parecía reservado para los desahuciados por la sociedad ahora es, prácticamente, el sitio en que acabaremos todos. Y digo todos en el sentido de que en los hospitales hemos de terminar los que no lo hagamos en una carretera o en otro accidente de tierra, mar o aire, algo que está sucediendo a diario. Hoy ya no se sale dejando la casa arreglada y la cama hecha “por si nos tienen que traer”, como decían nuestras previsoras madres. Hoy los hospitales, sobre todo los públicos, los de la Seguridad Social, cuentan con los más costosos y sofisticados medios para diagnosticar y curar; pero no sólo eso, sino que a estas modernas herramientas se suman la calidad y preparación del personal que las utiliza. Como todos sabemos, cada vez es mayor la demanda de estos profesionales españoles desde el extranjero, sin cuyas cualidades de amabilidad, diligencia y eficacia, tendríamos una medicina deshumanizada. Por el contrario, en el caso de Guadalajara, son unánimes los lectores en destacar, en cartas al periódico, el afecto y la cordialidad de sus profesionales, (aunque falten las cucharillas de postre, no por la crisis y sus subsiguientes recortes, sino porque los pacientes, vergüenza me da decirlo, los roban, bueno: se las llevan).