De inspiraciones y campañas

24/10/2011 - 00:00 Andrés Aberasturi

 

  Hay días en los que uno se levanta más inspirado que otros y si en mi caso -o en el suyo- ese cúmulo de musas no pasa de soltar alguna ñoñería sobre la caída de las hojas, un suponer, durante el desayuno, en los políticos -y más aun en los políticos en campaña- la cosa puede resultar incluso peligrosa. Que don José Blanco esté orgulloso de ser de Lugo y de haber hecho lo posible por su tierra, no sólo está bien y le honra y es deber de todo buen hijo; pero afirmar rotundamente que "quedará para la Historia lo que hice por Galicia" es adelantarse un pelín a los acontecimientos.

  Por una parte ya se sabe que los historiadores son muy suyos a la hora de incrustar al personal en negritas y por otra parece feo que uno mismo diga en voz alta lo bueno que ha sido y lo bien que lo ha hecho. Pero las campañas son así y desde que Blanco se quito las gafas, le sale una mirada un poco rara y que le compone un gesto entre achinado y trascendente: contempla la vida como si fuera ya una estatua ecuestre instalado en la Historia. Y es que las palabras y los reduccionismos lo aguantan todo. No quiero recordar quién resumía así el Gobierno Zapatero: comenzó trayendo las tropas de Irak y concluye con la rendición de ETA. Otro que va camino de la Historia.

  Pero este si que estará gracias a sus dos legislaturas -las peores con diferencia de nuestra democracia, una por exceso y la otra por defecto- y por la incongruencia que fue todo su mandato. Cierto que empezó así y terminó así, pero no sólo los dos hechos son discutibles sino que entre ellos hay unos cuantos años en los que el país se vio avocado a una hecatombe como pocas contagiado, es verdad, por una crisis mundial pero claramente agravado por los errores de su Gobierno.

  Tiene que ser muy duro asistir a la campaña de Rubalcaba desde tan lejos. Tiene que ser muy triste que el candidato, vicepresidente con ZP, meta en un paréntesis de silencio la historia reciente y en un salto imposible recupere a Felipe González para mostrarlo al mundo. Y mas duro aun -y para mucho debería ser motivo de reflexión- es que en la imagen de esa campaña las siglas de Partido Socialista Obrero Español apenas si se vean perdidas en alguna esquina y porque no hay más remedio que ponerlas. Pero que no se engañe Rubalcaba: de eso no sólo ha tenido la culpa ZP.