De políticos

08/05/2016 - 10:48 Luis Monje Ciruelo

Es el momento de darles con nuestro voto en las narices, hartos como estamos de permanecer callados.

Como llevo varias semanas escribiendo sobre la tierra del Ocejón, en especial Los Cuchillares, en término de Campillo de Ranas, negro e impresionante paisaje, que ha merecido los calificativos de drámatico, trágico e incluso dantesco (esto por Layna Serrano) hoy les toca a los políticos, como he hecho durante casi toda mi vida periodística, sobre todo a partir de la Transición. Y lo hago resignadamente porque pienso que es el momento de darles con nuestro voto en las narices, hartos como estamos de permanecer callados ante sus vaciedades y sansiroladas, que han traído esta larga crisis de gobierno. A fuerza de oírlos, no de escucharlos, estamos hasta la coronilla de sus  egoísmos, que hubiesen resultado increíbles no hace tanto. Cada uno ha estado mirando por sus intereses, como si les hubiéramos votado para proporcionarles un porvenir que en buena parte, fuera de la Política, no han sabido forjarse. La Política, ya lo dijo Cánovas del Castillo (uno de los cuatro presidentes que tuvo  la Primera República en sus once meses) es el arte de realizar en cada momento histórico aquella porción del ideal del hombre que permiten las circunstancias. Y uno se pregunta si es eso lo que han intentado nuestros políticos, o sólo han pensado en sus intereses personales o de partido. Al final  va a ser verdad el aforismo del francés Dutur, de que la Política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos. Los verdaderos hombres de Estado, que es lo que se creen nuestros políticos, distinguen bien entre lo que puede ser objeto de transacción o pacto y en lo que no se puede ceder. Se han calificado esas maniobras de “postureo”, palabra que tendrá que aceptar la RAE porque es la que mejor define la actuación de los políticos que aparentan trabajar sólo para los ciudadanos. ¿Habrá quien vote nuevamente a esos tales? Cuando uno era chico, saber que alguien era senador o diputado era suficiente para creerlo un prohombre, alguien por encima del común de los mortales. Ahora pensamos que es alguien dedicado a vivir de la gente, con posibilidades de medrar si sabe decir a tiempo “¡sí, señor!” ante el superior correspondiente. No sería el primero que ha llegado a ministro o ministra desde ordenanza o telefonista. Por algo dijo no sé quién, además de Cela, a quien yo se lo oí, y dicho sea con las debidas excepciones, porque no todos son iguales:  “Los políticos son gente semifracasada en sus particulares negocios, hombres de mentalidad mediocre y portentosa vulgaridad.”