De pronto, después de cinco años
Me cuesta mucho entender que el PSOE más que centenario aguante semejantes humillaciones, se trague sin rechistar todos los sapos, sea capaz de ensombrecer toda su historia por la dichosa media decena de votos.
Ni en los momentos más difíciles de la transición -23F aparte- creo que en España se haya representado algo tan surrealista como la absurda, pánica y triste farsa protagonizada por buena parte de la clase política con el protagonismo estelar indispensable del presidente del Gobierno de la nación y multitud de extras: instituciones, colectivos, organizaciones, prófugos, documentos que sí pero no, misteriosos silencios, mentiras, contradicciones, encuentros clandestinos, manifestaciones callejeras y como telón de fondo la ignorancia casi absoluta de la inmensa mayoría de lo que en realidad está pasando o pueda pasar. Pero el panorama no es precisamente optimista.
La primera evidencia son la cantidad de pactos que se han cerrado y/o se están cerrando, que ya no sabe uno, para la próxima legislatura, incluida la famosa amnistía, esa que hasta hace tres semanas nunca iba a ser según el PSOE y que era una palabra prohibida para el Gobierno; bueno, pues de pronto dejó de serlo “por el bien de España”. Una ley y unos compromisos que cuentan con la oposición explícita y claramente defendida por: el Consejo General del Poder Judicial, todas las asociaciones de jueces y fiscales (todas),Jueces Decanos de España, presidentes de Audiencias Provinciales, Asociación de Abogados del Estado, Colegio Nacional de Letrados de la Administración de Justicia, Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social, Inspectores de Hacienda del Estado, Unión Progresista de Letrados de la Administración de Justicia, Asociación de los Cuerpos de Letrados y Auditores del Tribunal de Cuentas, Letrados de la Administración de la Seguridad Social… No sigo. Se me ocurre que cuando infinidad de representantes sociales dicen que la cosa no es de recibo, cabe la remota posibilidad de que el equivocado sea no ya el Gobierno, ni siquiera el PSOE, sino personalmente el presidente Sánchez que ocupa el sillón de la Moncloa desde junio del 2018. Han sido cinco años cinco en los que ha podido hacer lo que ahora piensa hacer por el bien de España. No lo hizo, claro. ¿Cómo pretende hacernos creer que todo este lío viene de una inspiración momentánea y no de una falta de media docena de votos para seguir en el poder?
Tiene además Sánchez la experiencia triste de la ley del “sólo sí es sí” que salió pese a muchas advertencias previas de lo que podía pasar y luego pasó. ¿No se plantea el presidente que es más que posible que ocurra otro tanto con su misteriosa Ley de Amnistía? Si a Montero le avisaron unas cuantas instituciones, a Sánchez se lo están gritando desde todos los foros y desde todas las calles menos desde su propio Comité Federal.
Pero siendo este asunto especialmente grave, hay que añadir que en los pactos se están prometiendo concesiones que o bien son imposibles de cumplir o bien desequilibrarían al país privilegiando desmesurada e inmoralmente a unas comunidades sobre otras. ¿Una vez más las dos Españas machadianas? Ni siquiera, porque la intención o la consecuencia de esta barbaridad es que sólo quede una España, les cueste reconocerlo o no, se invente conceptos tan abstractos como inútiles tipo “plurinacional” o “nación de naciones”.
Decía Felipe González hace unos días que aún se está a tiempo de decirle al ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, “hasta aquí hemos llegado”. No sólo no se lo dijeron sino que se esperó humildemente en el portal a que el prófugo tuviera un rato libre para despachar con el enviado de Sánchez.
Me cuesta un mundo entender que el PSOE más que centenario aguante semejantes humillaciones, se trague sin rechistar todos los sapos y los desplantes, sea capaz de ensombrecer toda una historia por la dichosa media docena de votos.
Las facturas se pagan después de la consumición/consumación y eso lo deberían tener en cuenta. Porque lo verdaderamente preocupante no es que la derecha se manifieste un día sí y otro también ni que un grupo de obtusos se empeñen en deslegitimar lo que es legítimo. Mucho más grave es no dar marcha atrás, ya es imposible, aunque cantidad de votantes del PSOE que naturalmente no se manifiestan, pero se avergüenzan de las soberbia de Sánchez. Algunos rompen el carné o se dan de baja. Me pregunto cuántos más, sin decir ni hacer nada públicamente, se sienten ahora engañados y traicionados.