Del dicho al hecho

09/12/2010 - 00:00 Julia Navarro

 
Ha envejecido. Se le nota en la mirada, en los gestos. Sí, José Luis Rodríguez Zapatero ya no es el que era. Incluso cuando sonríe, cuando habla pausadamente, denota un aire cansino como alguien al que le ha golpeado la realidad, incluso que ha perdido la inocencia. Y es que para Rodríguez Zapatero debe de ser duro hacer todo lo contrario de lo que cree teniendo que actuar al dictado de lo que le marcan no sólo los organismos internacionales sino "los mercados", esos entes aparentemente abstractos tras los cuales se ocultan especuladores sin escrúpulos, financieros sin otro objetivo que ganar dinero sin preocuparse cómo. En realidad, Zapatero está siguiendo al dedillo las recetas del PP. Sí, está haciendo todo lo que el PP haría sin que les temblara la mano. Esa es su penitencia mientras las encuestas le anuncian que perderá las elecciones, que ni "efecto Rubalcaba" ni nada, que los ciudadanos parecen querer un cambio para ver si algo va mejor. Y eso a pesar del poco fuste de Mariano Rajoy, de que nadie le encuentra un líder de primera. Pero no es que Rajoy vaya a ganar a Zapatero, en realidad es que Zapatero puede perder ante cualquiera. Hay días en que al presidente se le nota más abrumado a pesar de que intenta aparentar que puede con lo que le echen y que está dispuesto a llegar hasta el final. En realidad no tiene otro remedio. Hace lo que le dictan desde fuera, y sus electores no se lo van a perdonar, pero ¿qué otra cosa puede hacer cuando los buitres del mundo del dinero sobrevuelan nuestro país? Bien mirado, ¿qué diferencias hay entre la política que hace hoy Zapatero y la que puede hacer Rajoy? Apenas no hay diferencia. Por eso, de vez en cuando hace algo que tiene más que ver con la ingeniería social, que con una política de izquierdas, pero es su manera de demostrar que aún hay diferencias. El problema es que los trabajadores, y sobre todo quienes están en el paro no notan esa diferencia entre lo que hace Zapatero y hará Rajoy si es que gobierna. Las últimas medidas bien podría haberlas dictado un gobierno de derechas: congelar las pensiones, quitar el subsidio de desempleo a los parados de larga duración, la proyectada reforma de las pensiones que nos hará trabajar hasta los 67 años, la privatización de Aena, de los aeropuertos de Madrid y Barcelona, etc, etc, etc. Todo esto pesa en su ánimo y es en la mirada donde se nota que ha envejecido por más que sus palabras vayan dirigidas a asegurar que no se ha rendido. Pero no debe de ser fácil hacer lo contrario de lo que se piensa, de lo que se ha prometido, de lo que se ha dicho. Realmente, el rostro es el espejo del alma, y el rostro de Zapatero no deja lugar a dudas sobre el largo trecho que ha tenido y tiene que recorrer de lo dicho a lo que va haciendo