Del Infierno al Paraíso

29/03/2024 - 13:26 Jesús de Andrés

Da oportunidad la Semana Santa de reencontrarnos con nuestra parte más espiritual, esa que nos define

Son miles los dioses olvidados, las genealogías sobrehumanas que a lo largo de la historia han sido. A veces queda un recuerdo vago, recogido por la mitología representada en el arte. Otras, ni eso. Todos somos ateos para esos miles de dioses hoy orillados; adorados y temidos en otros momentos. Da oportunidad la Semana Santa de reencontrarnos con nuestra parte más espiritual, esa que nos define. Qué mejor que buscar la luz estos días a través de la fe o de los sentimientos más profundos, que alcanzar la serenidad interior y encontrar el propósito de la vida. Escucho por estas fechas, a modo de ritual, el Stabat Mater de Pergolesi, aquel viejo poema medieval sobre la pena de una madre que es símbolo del dolor universal, que es materia prima de la belleza, decía Sartre.

Me pertrecho esta semana también de una lectura pendiente: la Comedia de Dante Alighieri, uno de esos clásicos que forma parte del bagaje cultural occidental. Libro extraordinario donde los haya -al que Boccaccio le añadió unos años después el adjetivo “divina”, con el que quedó por siempre-, tiene una curiosa estructura numérica que lo hace perfecto. Es comedia por oposición a tragedia, ya que la historia, que es el relato de un viaje que el autor realiza a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, acaba bien. Transcurre, de ahí su oportunidad, en una Semana Santa, otra historia que, pese a su apariencia, también tiene un final feliz, el mejor posible: la victoria sobre la muerte. Escrita a comienzos del siglo XIV, pocos libros han dado pie a tantas interpretaciones simbólicas y reproducciones artísticas como este: de Doré a Blake, de Dalí a Barceló, de Botticelli a Bouguereau.

Dante inicia el viaje a los tres mundos junto a Virgilio, autor de la Eneida, quien le sirve de guía en los dos primeros, y de su amada, quien lo acompaña en el tercero y definitivo. Describe la puerta de acceso al Infierno, el anteinfierno en el que están los pusilánimes, el limbo, los distintos círculos del averno, la laguna Estigia que representará después Patinier, el pozo de los gigantes, el centro de la tierra ocupado por Lucifer… Y de ahí al Purgatorio y sus cornisas, los espacios ocupados por los lujuriosos, los ávaros, los perezosos…, hasta llegar al Paraíso y ascender sus nueve cielos, uno por cada coro celestial: el tercer cielo, en el que están los espíritus amantes; el séptimo cielo, el de los espíritus contemplativos…; y el noveno y último, cuya enorme luz lo paraliza en un éxtasis definitivo, girando “con la fuerza del amor que mueve el sol y las demás estrellas”. Que a todos nos mueva.