¡Demasiado para Rubalcaba!
16/11/2011 - 00:00
Está casi todo dicho en relación con el error estratégico que cometió Zapatero al convocar las elecciones el 20 de noviembre. Una fecha tardía por dos razones: lo agudo de la crisis bancaria y lo delicado de la situación económica por la que atraviesa España desde hace más de un año. Faltaba añadir que, en términos políticos, el principal damnificado es el candidato socialista.
Rubalcaba ha visto como a cada mala noticia (última EPA: cinco millones de parados) se sumaba otra aún peor: la prima de riesgo de la deuda española se disparaba muy por encima de los 400 puntos colocando al país al borde del rescate (el precipicio del que hablaba Felipe González). Eso sin contar las zancadillas de Zapatero desde La Moncloa: si un día fue pactar con Rajoy la reforma de la Constitución, al otro fue la ampliación de la colaboración con la OTAN en la Base de Rota. Y, ¡qué decir de las "espantadas" de algunos ministros que no quisieron saber nada de las listas! Salgado, Sebastián, Gabilondo, Garmendia. O de los rebotes de algún dirigente -caso de Carmen Calvo-, que no se cortaron un pelo haciendo saber su cabreo por haber sido preteridos en las mencionadas listas. Por no hablar del distanciamiento elegante de José Bono, el presidente del Congreso...
Noticias malas, noticias peores e incluso, noticias pésimas, para los intereses electorales del candidato como es caso de los procedimientos judiciales abiertos bajo indicios fundados de corrupción alrededor del ministro José Blanco y, más recientemente, sobre el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán.
De todo le ha pasado a Rubalcaba a lo largo de esta campaña. Hasta hemos visto como uno de sus compañeros de filas y fatigas (Oscar López, jefe regional socialista en Castilla y León) se quedaba en blanco y no podía concluir la frase a la hora de explicar las tres razones fundamentales que invitarían a votar al PSOE el próximo domingo. No ha tenido suerte el candidato socialista porque, para más inri, resulta que se caló la gorra de jefe de tren en el peor momento, según el decir de las encuestas, coincidiendo con un cambio de agujas en las vías de la política española. ¡Ya digo, demasiado para Rubalcaba!.