
Democristianismo
La democracia europea quiere desentenderse de la religión pero no puede.
La democracia europea quiere desentenderse de la religión pero no puede. Hoy se habla de una demoreligiosidad. El “demos” es el pueblo. Quien no entienda la religión no entiende la política. Otro joven universitario, de familia judía acomodada, nacido en Trier (Alemania) en 1818, de nombre Karl Marx, durante sus estudios en la universidad de Berlin nos dejó aquella perla: “Yo quiero vengarme de Aquel que reina por encima de nosotros. Yo lanzaré mi guante a la cara del mundo y me esforzaré por hundir a ese gigante pigmeo”. Desde entonces, parece que la política es la “venganza” de la religión. Dicha actitud se convierte en rechazo. Aquí, en nuestro país, partimos, demasiado frecuentemente, de los aspectos subjetivos de la religión mientras que la religión tiene aspectos objetivos, científicos, analíticos, históricos y sociales como ha dicho M. Weber.
Rechazo, oposición, lucha contra ese gigante pigmeo. Sin embargo, la demoreligión (religiosidad popular) viene entendida como una inquietud retrospectiva de todo hombre por los problemas del mal, de la muerte, de la inmortalidad, de la injustita. Ay del incrédulo que sólo piensa en Dios durante las noches de insomnio, durante una enfermedad o desgracia. Dios y la vida son una paradoja recíprocamente. En este sentido, todos somos unos refugiados, todos somos unos conversos. Yo no creo en nada, decimos para demostrar el escepticismo y la ambivalencia en nuestras vidas. Qué lástima que el camino o el acceso a Dios pase necesariamente por la fe. ¿Se puede ser creyente y escéptico a la vez? No, amigo mío, respondía el filósofo Cioran.
El mundo y el mundo de la política no es ninguna solución para este mundo. No hay otra alternativa, no hay más zonas constitucionales en Europa. No busquemos otros humos, otros incendios. La opción es entre el humanismo cristiano o el marxismo materialista y ateo. Pensar en cristiano no es ninguna aberración. La aberración es optar por el modelo marxista de hombre, de sociedad, de seguridad, de propiedad privada o nacionalización, de familia o de educación, de partido único, de política. Estamos en busca de coincidencias, identidades, vínculos o confluencias. El eje del pensamiento y de la política en Europa es entre cristianismo y marxismo. Nadie piensa en esa otra forma de rescate de la democracia que es el cristianismo. Faltan amplias identificaciones entre los dirigentes de nuestros partidos. ¿Cuál es el modelo de civilización más popular o populista, más extendido o universal en Europa y en Occidente? El cristianismo como visión o explicación de la vida de esa inquietud retrospectiva de la humanidad. Referido a nuestro país ¿por qué no se ponen de acuerdo, para gobernar juntos, ahora que buscamos coaliciones, aquellos partidos de raíces y principios cristianos o constitucionales? Utilizando sus palabras, no nos equivoquemos de enemigo, el enemigo común es el marxismo totalitario, el comunismo devastador de la conciencia y de la dignidad de la persona.