Deportes de antaño

14/05/2022 - 14:32 Antonio Yagüe

Los patrocinadores arandinos, con la asociación La Tanguilla en cabeza, van a enseñar a los niños a hacer juguetes con cañas, mimbres, latas, recortables…

La ciudad burgalesa de Aranda de Duero se convierte este fin de semana, tras el forzado parón por la pandemia, en capital europea de los llamados juegos tradicionales, aquellos que practicaban nuestros ancestros y que reviven, aunque no siempre, gracias a semanas culturales y fiestas locales.

Dos centenares de aficionados, de asociaciones de siete comunidades y cuatro países, participan en demostraciones de pasatiempos y deportes de los pobladores del mundo rural. El evento, que levanta algunas suspicacias por la vinculación al mundo del vino, dedica especial atención a los menores, con competiciones variadas y variopintas como las canicas (el juego, dicen, más antiguo del mundo), la rayuela, tanga o tanganilla, tiro de barra y barrón, lanzamiento de saco, hoyetes, bolos, tejo, levantamiento de botijos para beber…

Algunas juegos solo persisten ya en las mentes de los más mayores. Otros han ido cayendo en el olvido llegando incluso a desaparecer. Como el popular juego de naipes de la guarranga, que trata de resucitar el molinés Lucas Cavero. O el humilde sombrerete, sostenido en Labros gracias al tesón de Mariano Marco. Nacido entre pastores para hacer más llevadera la rutina en ratos de ocio mientras las ovejas pastaban o sesteaban, cualquier sitio llano servía como escenario. Su coste era cero y las reglas mínimas. Basta con una garrota que se lanza sobre una manta desde unos treinta pasos.

Los patrocinadores arandinos, con la asociación La Tanguilla en cabeza, van a enseñar a los niños a hacer juguetes con cañas, mimbres, latas, recortables… Aunque solo sea por unas horas, pueden hacerles olvidar el móvil y la tableta, y ayudar a recuperar espacios y el valor de la pandilla. Siempre, acorde con los tiempos, evitando viejos sexismos.

Estas exhibiciones, como la de tanga celebrada la pasada Semana Santa en la plaza de Milmarcos, forman parte del acervo cultural de un país. Como tales, previenen los expertos, no se deben perder jamás. En ocasiones, sorprenden y divierten tanto que nos hacen volver a recordar nuestra infancia. Animan a preservar este patrimonio lúdico de nuestros padres y abuelos, con el que trataban de alegrarse y echar unas risas en tiempos de penuria y muchas necesidades.