Derecho al silencio

18/11/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Decimos con verdad (y con cierta ironía) que, en democracia, el pueblo habla sólo un día votando cada cuatro años y los políticos hablan todos los días durante esos cuatro años y callan aquel día de las votaciones. Esta desproporción o descompensación en la expresión de voluntades y opiniones políticas no es buena para la democracia. Estamos en una democracia delegada que afecta también al lenguaje. Hay un exceso de discurso político y demagogia colectiva. Entre nosotros, todo está politizado, comenzando por la información, la cultura, la educación, la sanidad. Frente a ello, reivindicamos el derecho al silencio que tienen los ciudadanos para reorganizar sus ideas y sus opciones sociales. Desde que nos despertamos no hacemos más que oír a los políticos hablar, opinar, prometer, criticar, enjuiciar. Están en todos los medios. Y si no están ellos, mandan a sus representantes o delegados intelectuales y mediáticos que son sus altavoces, vicarios, turiferarios o detractores siendo la voz de su amo. Ya recibirán la recompensa por esta labor. Se politiza todo y la política es la referencia de todo lo que se piensa, se hace, se dice y se decide en este país. Derecho al silencio. La democracia, el gobierno, la administración del Estado no necesita de portavoces que estén todo el día ensalzando las bondades y aciertos de los gobernantes. Dejemos que el pueblo, con su formación y madurez, piense y tenga sus propias opiniones. Tampoco necesitamos que, desde la otra orilla, se estén aireando los fallos y los defectos de la gestión de los asuntos públicos sólo por el hecho de estar en la oposición por sistema. Todos, de uno y otro lado, intentan sacar rendimiento y provecho del discurso y de la presentación de la realidad. Hemos llegado a unos niveles de manipulación del discurso popular que ofende a las mínimas exigencias de la razón humana. No se habla desde la verdad sino desde posiciones previas o predeterminadas, interesadas. Así no se sirve a la democracia que se basa en la verdad. Pero a muchos sólo les interesa la verdad política. Hay demasiada carga política en el sistema informativo y comunicativo.
Demasiado discurso y acoso político. Recuerdo los años pasados en Alemania viendo cómo los telediarios de la TV pública duraban solamente un cuarto de hora (meteorología incluida), pasase lo que pasase en el mundo. Y distinguían muy bien entre información y opinión. Cuando dentro del telediario se vertían opiniones, aparecía la palabra “Meinung” (opinión) en la misma pantalla. Aquí los informativos duran hora y media formando parte de ellos las entrevistas, análisis, opiniones de particulares. Se hace y se trabaja más por la democracia desde el silencio y el trabajo callado de muchos profesionales que desde la popularidad y propaganda. Más aún, la imagen de los dirigentes está demasiado tiempo expuesta a la popularidad y al conocimiento de las masas que ellos utilizan para aumentar sus exigencias e intereses. Para ser líderes no hace falta ser populares o conocidos. Busquemos a los sabios, callados, profesionales, honrados y entregados para dirigir nuestra política. Ya vemos lo que nos cuesta el haber fabricado y mantenido a tanto liderato social, políticos, sindicalistas, empresarios que no han hecho más que enriquecerse con los recursos públicos. Nadie apuesta por las personas desconocidas pero honradas y eficaces. El populismo no es socialmente rentable. Reivindiquemos el silencio en política.