Desacostumbrados
24/12/2010 - 00:00
Es muy peligroso escribir un artículo que va a ser publicado en la mañana que precede a la nochebuena. Si te pones iconoclasta, quedas como un vanguardista pasado de moda, y, si aceptas el tono dulzón que reclama la costumbre tradicional, te acusan de caer en el tópico. Antonio Calderón se refería a estas fechas como "estas jodidas y entrañables fiestas" porque tienen su punzada de suave melancolía y su aguijón de alegría a machamartillo.
Cuando pasamos de una España pobre y alegre a otra -ya ida- próspera y cabreada, no sabíamos que en el regreso iba a disminuir la riqueza, pero no el cabreo. No hace falta prepararse para la prosperidad y el retroceso económico siempre pilla sin preparación. Y da lo mismo los ingresos de cada cual, porque ahí están los controladores, enfadadísimos, porque puede pasar de los 200.000
euros anuales a 100 o 150.000, y no te digo nada el que se ha quedado con la fiambrera en la mano, camino del trabajo, porque ya no hay trabajo.
Confieso que casi me había acostumbrado a estas últimas navidades de frialdad y consumo, donde en los edificios nadie se felicitaba, y en las tiendas se celebraba todas las tardes la misa del gallo del consumo, pero la realidad es inminente, y, de la misma manera que los segundones, muertos de hambre, se ponían miga en las barbas para representar ante los demás que habían comido copiosamente, a lo mejor es el tiempo de sacar los paquetes de lujo, vacíos, y
pasearse con ellos por la urbanización.
Casi todo en esta vida te llega sin preparación: la escuela, el primer trabajo, el matrimonio, la paternidad. Unas navidades peores que las anteriores son también otra de las experiencias que deberemos afrontar sin entrenamientos.
Pero hay que reconocer que cuesta la falta de costumbre y tener que salir a saludar sin haber hecho ningún ensayo. .