Desbarajuste sanitario
12/09/2011 - 00:00
Se me antoja raro que ninguna autonomía haya pedido las transferencia del Ejército a su región o nacionalidad, porque negociados más complejos se han transferido. Por ejemplo, parques naturales que se asientan en dos o más demarcaciones autonómicas, como si los abetos y los caducifolios supieran de límites administrativos. Así sucede que, en caso de incendio, no se sabe a qué cuerpo de bomberos avisar.
La Constitución señala que todos los españoles somos iguales, sin distinción de raza, sexo o creencia (Artículo 14) pero eso cambia si el español está enfermo. Un español enfermo, macho o hembra, a pesar de que la misma Constitución sanciona la libertad de movimientos (Artículo 11) puede ser sancionado si se acoge a ese derecho y, estando empadronado en Zaragoza, decide ir a pasar unos días de vacaciones, pongamos que a Salou.
El ayuntamiento de Vila-seca en particular, y la Generalitat de manera implícita, en general, agradecen al zaragozano que gaste su dinero en Cataluña y ayude a sostener uno de los sectores económicos tan importantes como el turismo. Pero si el bienvenido zaragozano, a la hora de gastar, acude a la farmacia más próxima, o a cualquiera de las de provincia de Tarragona, no le facilitarán la medicina, a no ser que la pague de su bolsillo, te lo juro de mi madre, que dicen en el pueblo de mi tía Pascualina.
La bulimia autonómica reclamó la transferencia de algo tan escasamente autonómico como es la salud, y ahora los gobiernos taifas deciden a quien socorren y a quien no, en ese ejercicio del disparate en el que nos hemos asentado, no solo por los avidez crónica autonómica, sino también por la anuencia, el descompromiso y la complacencia de todos. Si en Cataluña prefieren a un cirujano regular que hable catalán a un excelente cirujano que hable castellano, y lo consienten los posibles damnificados, allá ellos, pero la discriminación anticonstitucional es un disparate que subraya el desvarío y la necedad que estamos consintiendo.