Desconcertados

19/05/2011 - 00:00 Luis del Val

 
La aparición de un grupo de jóvenes en la campaña electoral ha desconcertado a casi todos los partidos políticos. No han sido elefantes en una cacharrería, pero ha sido algo parecido como si en la boda convencional, donde todo el mundo se ha puesto las mejores ropas, de pronto, un grupo de los invitados hubiera aparecido en el comedor ataviado con vaqueros desgastados, entre los que se entreve algún punk. Se ha atribuido incluso al Che Guevara una petición de disculpas, tras un empujón de un soldado a la entrada de una ciudad, con la irónica frase: "Perdone, señora, pero es la Revolución". Pero no se trata de la revolución. Se trata del cabreo, que es diferente, aunque todas las revoluciones comienzan cuando la gente está mayoritariamente cabreada, y la excusa puede ser una normativa, como en las disposiciones de Esquilache, o la tardanza en que llegue un barco cargado con té, como fue el principio de la Guerra de la Independencia Americana. No parece el caso.
 
    No es mayo del 11, en remedo del mayo del 68, ni es el motín del 15-M, pero ha provocado en todos los partidos una expresión de estupor, y que nadie diga que los partidos no tienen cara, porque el problema, a veces, es que tienen mucha cara, y eso es lo que echan en cara los jóvenes y no tan jóvenes. Precisamente, los no tan jóvenes son los que suscitan más recelo. No el bueno de José Luis Sampedro, sino esos otros señores, de los que uno sospecha que, tras tres horas asamblearias, sacan dos folios con las conclusiones que ya han redactado antes de que empezara. Me producen algo de melancolía, el recuerdo del idealismo trostkista, pero también me recuerdan que si un miembro de una mesa no puede llevar ni siquiera un sujetacorbatas con el símbolo de un partido político, sería de aurora boreal que el domingo de votaciones se permitiera la concentración de un grupo que está contra las votaciones.

   

 
 
  
 
  
 
   
 
   
 
  
 
   
 
 
  
 
  
 
 
 
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