Desolado Obama
Sin paños calientes, el presidente Obama reconoció la derrota en las elecciones, la calificó de paliza, asumió errores de forma y de fondo en su gestión, se anotó como personal la derrota de todos los candidatos demócratas, y prometió colaboración con la nueva mayoría republicana para afrontar dos años cruciales. Obama ha perdido muchos de los votos que le auparon a la presidencia, pero su ADN de político de altura permanece intacto y sigue marcando diferencias.
Las elecciones de mitad de mandato del pasado martes en EEUU nos enfrentan al menos a tres paradojas. La primera, la decisión del cuerpo electoral que ha decidido compensar la falta de éxito del presidente en su lucha contra la crisis dando más poder a quienes, con enormes errores, por acción o por omisión, la propiciaron.
La segunda nos habla de la difícil gestión de los resultados, materia en la que están concernidos tanto los vencedores como el derrotado. Obama deberá desplegar todas sus armas políticas para salvar el mandato y optar por la reelección en 2012. Pero el Partido Republicano deberá medir muy bien la fuerza de su legítima oposición al presidente para que no se aprecie a ojos del electorado como una obstrucción suicida.
Y la tercera paradoja enfrenta a la victoriosa mayoría republicana con un hijo no deseado, por mucho que lo disimulen. El Tea Party ha sido motor del éxito electoral, pero será lastre para el futuro. Porque este movimiento ultraderechista ha enmendado a un presidente que considera troskista musulmán, además de negro; pero también a un Partido Republicano al que considera demasiado blando para la coyuntura y sus aspiraciones ultraconservadoras. Si los republicanos creen que el error de Obama es haber perdido el centro por echarse en brazos del socialismo, difícilmente podrán justificar que busquen la salvación en la terapia contraria.