Desunidas

11/03/2023 - 17:51 Jesús de Andrés

Nunca había llegado el movimiento feminista tan dividido, tan falto de unión como este año. En no pocas ciudades se han convocado dos manifestaciones.

Cuando tengamos la suficiente perspectiva, seremos conscientes de la enorme transformación social que, en apenas unas décadas, ha supuesto el avance feminista. Si uno compara la sociedad de los años ochenta o noventa con la actual, el cambio es brutal para el escaso tiempo transcurrido. La publicidad de finales del siglo XX, por ejemplo, ha dejado huella de cómo era aquella sociedad que, a los ojos de hoy, parece casi prehistórica. Las cuotas de igualdad alcanzadas eran posiblemente ilusorias entonces, pero son una realidad en este momento. Tal ha sido la velocidad que en algunos casos la intención supera a la realidad, en un curioso quiero y no puedo. Tanto es así que veía estos días en un programa de actos en torno al Día de la Mujer -en una localidad alcarreña que prefiero no citar- una fusión entre modernidad y tradición que haría las delicias de cualquier antropóloga. Tres siluetas de mujeres en abrazo solidario, sobre fondo violeta, al puro estilo podemita, y un programa en el que destacaban la misa por las mujeres, la proclamación de una alcaldesa honoraria por un día y los concursos de habilidades femeninas, en un sincretismo entre ultrafeminismo formal y contenidos propios de la Sección Femenina.

Más allá de estas curiosidades locales, lo cierto es que nunca había llegado el movimiento feminista tan dividido, tan falto de unión como este año. En no pocas ciudades se han convocado dos manifestaciones. El radicalismo irreflexivo de leyes como la del “sí es sí” o de la ley “trans” han tensado hasta el límite al feminismo más activista, aquel que se curtió en otras muchas batallas. La rebaja de condena, que en algunos casos ha supuesto la excarcelación, a más de 700 presos, lejos de hacer un reconocimiento del error cometido -para qué hablar de dimisiones- ha traído consigo un ‘sostenella y no enmendalla’, una negación de la realidad que abochorna a la vez que asusta. Y otro tanto ocurrirá cuando la ley “trans” saque las vergüenzas del sistema y haya también que modificarla. 

He preguntado a algunas mujeres si asistieron a la manifestación y el porqué de su ausencia cuando así ha sido (la mayoría), y en casi todas ellas coinciden las mismas razones: el desánimo, el aburrimiento y el hartazgo. Quienes pretenden erigirse en portavoces de un colectivo tan amplio y plural que se escapa a su afán interventor y no es apto para sus códigos binarios, con las ministras Montero y Belarra al frente, están consiguiendo justo lo contrario de lo que pretenden. Es posible que les sirva para arañar unos votos de las más sectarias, pero tiene escaso recorrido electoral. La desunión provoca debilidad. Lo comprobarán en breve.