Día de cementerios

29/10/2015 - 23:00 Pedro Villaverde Embid

La tristeza del otoño se suma estos próximos días la melancolía por el recuerdo de las personas queridas que ya no están físicamente pero que formarán parte para siempre de nuestras vidas. La celebración del Día de Todos los Santos es ocasión de rezarles una oración, ponerles una flor o pasar unos instantes ante su lugar de reposo en los cementerios, algo que por la rutina del día a día o por la distancia geográfica no hacemos como nos satisfaría a lo largo del año. Los pueblos, donde siguen enterrándose hoy muchas personas, reciben este fin de semana numerosas visitas. Ver a los viudos, hijos y nietos limpiando la tumba de su familiar es la imagen del cariño, del respeto y de la pena que aunque atenuada con el tiempo nunca se borra de los corazones. La muerte siempre ha impresionado y en torno a ella giran muchos mitos y leyendas. Nos referimos al óbito con distintos nombres, fantaseamos con los espíritus, nos sentimos atraídos por el misterio que la envuelve hasta el punto de participar en juegos y fiestas como Halloween. La vuelta a la vida de los muertos da contenido a muchas ficciones en el cine y en los libros, pero también en las historias que se transmiten oralmente de generación a generación. Almas que no pueden descansar en paz porque necesitan ajustar alguna cuenta pendiente con su pasado, apariciones, enterramientos de personas todavía con vida, levantamientos del cadáver que reposaba en su ataúd. Son muchas las historias que conocemos, como la de don Juan Tenorio, que esta misma noche será representada por las calles de Guadalajara. Forman parte de nuestra tradición y cultura, pero sobre todo es la forma que tenemos de afrontar una realidad tan dura y difícil de asimilar como es ser conscientes de que a todos nos llegará en incierta hora, tal vez más cercana de lo previsible, ese momento de la desaparición de este mundo. Es ley de vida, se repite en los duelos, y es verdad, pero esa vida es tan bella y está tan llena de ilusiones que nadie queremos dejarla. Vivimos como si a nosotros nunca nos fuera llegar, sabiendo que es lo único cierto que nos deparará el futuro, pero tampoco puede ser de otra manera. Lo peor es que perdemos gran parte del regalo que es la vida sin saber apreciarla ni vivirla. Nuestro recuerdo otro año a quienes no olvidamos ni necesitamos citar. Que nos esperen, eso sí, mucho tiempo.