Día de la iglesia diocesana 2012
17/11/2012 - 00:00
En todos los momentos de la historia nos encontramos con personas que han vivido con profunda alegría su pertenencia a la Iglesia católica, dando gracias a Dios por los muchos dones recibidos de ella. Pero, también han existido y siguen existiendo personas, incluso bautizadas, que viven al margen de la misma o pretenden darle la espalda sin razones objetivas. Estas justificarán sus comportamientos diciendo que la Iglesia se ha hecho demasiado humana y condescendiente con los criterios del mundo.
En otros casos, afirmarán que la Iglesia se ha quedado anclada en el pasado, alejada de los criterios del mundo e indiferente ante los problemas del hombre de hoy. Cuando miramos sin prejuicios la realidad eclesial, podemos constatar que existen sacerdotes, religiosos y cristianos laicos que, además de anunciar con gozo la Buena Noticia de la salvación de Dios y de ofrecer los sacramentos como medios para el encuentro con el Resucitado, están impulsando la formación humana, intelectual y religiosa de niños, jóvenes y adultos y entregando lo mejor de sus vidas en el cumplimiento de la misión confiada por el Señor.
En estos momentos, además, nuestra Iglesia diocesana está prestando un servicio incondicional a quienes la sociedad ha marginado y ha dejado al borde de la marginación sin demasiados escrúpulos. Con profunda admiración quiero expresar mi gratitud más sincera a los miles de creyentes y personas de buena voluntad que ofrecen su aportación económica sin esperar nada a cambio y dedican una buena parte de su tiempo al servicio generoso de los necesitados a través de Caritas diocesana, de las Caritas parroquiales o de otras instituciones eclesiales.
De este modo, los enfermos pueden ser consolados, quienes tienen hambre puede recibir alimento y los que viven solos pueden experimentar la compañía de sus hermanos. A pesar de la falta de reconocimiento de algunos grupos sociales, que no ven o no quieren ver la labor caritativa y social de la Iglesia, los cristianos hemos de dar gracias a Dios por las obras buenas de tantos creyentes en favor de los más pobres y hemos de permanecer con alegría en el cumplimiento de la misión confiada por el Señor.
Siguiendo sus enseñanzas, debemos tener siempre presente que la felicidad humana no está en la soledad de una vida cerrada sobre sí misma, sino en la entrega diaria de la existencia a nuestros semejantes. En el día de la Iglesia diocesana, cuyo lema es La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor, todos los cristianos tendríamos que sentirnos felices y agradecidos por el bien espiritual, humano, caritativo y social que nuestra Iglesia diocesana.