Día Internacional de la Mujer... sin trabajo
06/03/2011 - 17:51
La historia más extendida sobre la conmemoración del 8 de marzo hace referencia a los hechos que sucedieron en esa fecha del año 1908, cuando 146 mujeres trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York, murieron calcinadas en un incendio provocado por las bombas incendiarias que les lanzaron, ante la negativa a abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían.
Hoy, las condiciones de trabajo han mejorado, sobre todo en los países civilizados, pero los salarios siguen siendo desiguales con respecto a los de los hombres.
Es verdad que ahora atravesamos una brutal crisis económica y que son cerca de 5 millones de españoles los que quieren trabajar y no pueden, pero en contra de la teoría de que esta situación es producto del pinchazo de la burbuja inmobiliaria se encuentra el dato del paro femenino: la media de España se sitúa en el 20,7% (en Castilla-La Mancha se acerca peligrosamente al 25%), por lo tanto el desempleo afecta, sin duda, a todos los sectores, no solo al de la construcción, y como resultado directo, uno de los primeros colectivos que sufre su efecto y el empeoramiento de la calidad de vida somos las mujeres. A todo esto tenemos que sumar que somos las que ocupamos el mayor porcentaje de trabajo a tiempo parcial y, por lo tanto, la base de cotización a la Seguridad Social más baja.
En resumen: tenemos más dificultades para encontrar empleo, cuando lo encontramos es en situación precaria y nuestra base de cotización es menor que la de los hombres por lo que al jubilarnos, cobramos menos y con la pensión resultante, en muchos casos, no se vive ni digna ni autónomamente.
Esta discriminación laboral de las mujeres quiere decir que el potencial social y económico de la mitad de la población no se utiliza debidamente. Si queremos explotar ese potencial, tenemos que crear espacios para las mujeres y apoyar su enorme valía, lo que no es sólo moralmente correcto sino que tiene buen sentido político y económico. En tiempos de dificultades económicas, no hay mejor inversión.
Mi propia experiencia me ha enseñado que no hay límite para lo que pueden hacer las mujeres desde las que mantienen a sus familias en las circunstancias más difíciles hasta las que llegan a ser ministras o incluso jefas de Estado.
Si queremos alcanzar los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), tenemos que utilizar mejor la fuerza, el trabajo y la inteligencia de las mujeres.
Finalmente, no quiero dejar pasar la oportunidad de manifestar en este día mi más enérgica repulsa a la violencia en el entorno familiar y toda mi solidaridad con las víctimas, que engloban no sólo a las 555 mujeres muertas desde el año 2003, sino también a todas aquellas que sufren en silencio, y me refiero tanto a las mujeres como a sus hijos. Esta es la mayor lacra que arrastramos desde el inicio de la humanidad y, pese a todos los avances sociales y tecnológicos, lamentablemente todavía no hemos sido capaces de erradicar. Y de ello todos somos culpables.