Día internacional de servicio doméstico Trabajadoras del hogar: 25 años siendo diferentes
01/10/2010 - 09:45
Por:
Cartas al director
GUADACOGE, ACCEM y CARITAS /Guadalajara
Cada vez son más las mujeres que salen de sus países buscando nuevas estrategias de vida y encuentran trabajo cuidando a otras personas y hogares en nuestro país.
La división sexual del trabajo adquiere dimensiones globales y la reorganización social de los cuidados se vuelve cada día más urgente; los cuidados son la base invisible del sistema social y económico de tantos lugares del mundo.
La división sexual del trabajo adquiere dimensiones globales y la reorganización social de los cuidados se vuelve cada día más urgente; los cuidados son la base invisible del sistema social y económico de tantos lugares del mundo.
El empleo de los cuidados y tareas domésticas presenta claras conexiones con las relaciones de género, el desarrollo, la precariedad laboral, la clase, la etnia y la feminización de la pobreza. Al mismo tiempo, los cuidados son la base de cualquier sistema social y económico y en el norte lo ejercen, en su mayoría, las mujeres migrantes.
Las principales protagonistas de estas cadenas de cuidado son mujeres migrantes que dejan sus países de origen para dedicarse a estas tareas.
El empleo de hogar, está regulado por el Régimen Especial de Empleadas del Hogar, recogido en el Real Decreto 1424/85, e instaura una regulación distinta a la del resto de sectores laborales. Puede, sin lugar a dudas, definirse como una forma de discriminación indirecta por razón de sexo, un sector con muy altas tasas de informalidad, que deja a las empleadas sin acceso a prestaciones y derechos sociales.
Disponer de un albañil o un fontanero aunque sea durante media hora requiere el pago de impuestos. En cambio, para que una empleada doméstica trabaje 19 horas a la semana en un domicilio no hace falta abonar ni un euro a la Seguridad Social.
Se trata de un sector regulado por un régimen discriminatorio y a menudo incumplido, cuyas condiciones laborales implican una clara colisión con:
- El derecho a recibir cuidados: por ejemplo, no existen los conceptos de accidente laboral y de enfermedad profesional; la prestación por enfermedad no se hace efectiva hasta el día 29 de baja.
- El derecho a compaginar trabajo remunerado y trabajo de cuidados no remunerado: en la medida en que el empleo de hogar se utiliza habitualmente como una fórmula de conciliación para otros hogares, se imponen jornadas y horarios incompatibles con los cuidados propios.
- El derecho a la no discriminación por razón de sexo especificada en el caso de la nulidad del despido en caso de maternidad.
El martes se celebró el día Internacional de las empleadoras del hogar. Por ello, y aprovechando la conmemoración de este día, no podemos olvidarnos de un colectivo con un considerable grado de vulnerabilidad.
El punto de partida común de las organizaciones que participamos y trabajamos para mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar es hacer visible esta realidad, es la convicción de que es necesario reformar el Régimen Especial de Empleo del Hogar. Resulta necesario acabar con una normativa que constituye una forma inadmisible de discriminación indirecta por razón de sexo y desigualdad por clase social.
Del mismo modo, desde Caritas, Accem y Guadacoge queremos reivindicar que desde el año 2007, los sindicatos y el Gobierno, decidieron sentarse y trabajar para que el Régimen Especial de las trabajadoras de hogar, pasara a formar parte del Régimen General; a fecha de hoy todo sigue igual.
Debemos recordar a las Instituciones competentes que desde el año 1985 que se aprobara este régimen, sus condiciones no se han tocado, los derechos laborales de las empleadas de hogar son escasos y datan de más de 25 años. Las empleadas de hogar están sujetas a un régimen especial en el que no se aplica ni siquiera el Estatuto de los Trabajadores, ni del trabajo autónomo.
Es necesaria una reforma para lograr un lugar justo para el empleo de hogar y sus trabajadoras, un cambio en la legislación que además de ser discriminatoria, muy a menudo se incumple, lo cual está directamente vinculado a la desvalorización e invisibilidad histórica del trabajo doméstico y de cuidados, del que se paga y del que no se paga.
Hoy en día las mujeres migrantes ya son en torno al 60% de las trabajadoras del sector; es imposible hablar de servicio doméstico sin hablar de inmigración el empleo de hogar es una pieza clave en el complejo engranaje que permite garantizar los cuidados que nuestra sociedad necesita.
Todo esto sitúa las negociaciones sobre las condiciones laborales en el terreno de lo doméstico, de donde surge la expresión tan extendida de que la empleada de hogar es como de la familia. Están aportando valores intangibles imprescindibles para construir la sociedad como la compañía, el cariño, la cercanía o el cuidado de los hijos lo que, a su juicio, contrasta con el escaso reconocimiento que tiene el colectivo a nivel legal como social.