Diamantes molineses
30/12/2015 - 23:00
Más que el tópico frío, la soledad y la emigración, las trufas -extrañas patatas negras que huelen raro, como las describían los mayores cuando empezó a generalizarse su recolección- parecen llamadas a ser un factor de economía de Molina. Su reciente feria anual viene colocando a la ciudad en el mapa de este manjar estrella de la cocina, junto a las famosas de Abejar (Soria) Mora de Rubielos (Teruel) o Sarrión (Castellón).
Esta temporada está resultando muy mala, asegura Mariano, veterano y eminente buscador de estas turmas o criadillas de la tierra en la cuenca del Mesa. Prácticamente no ha llovido, especialmente en verano. Un contratiempo que parece haberse asentado y que podría ser un chivato del famoso cambio climático. Hace diez años cogíamos trufas como manzanas, ahora como nueces, lamenta. Consecuencia: precios por las nubes.
Lo cierto es que las trufas silvestres están en peligro de extinción por la sequía o la sobreexplotación. Hasta el punto de que según datos del sector apenas el 20% de la producción nacional (40 toneladas en la temporada 2013/2014) proviene de campo abierto. No queda otra alternativa ya que el cultivo con encinas y robles micorrizados, en cuyas raíces se ha logrado la simbiosis de estos hongos. Pero también se requiere agua o riego, y paciencia, porque la cosecha tarda unos años en llegar. Así lo han hecho en Sarrión, donde se llegan a producir 35.000 kilos de trufa negra al año. La blanca, más exquisita y cara, todavía no se ha logrado cultivar.
Los políticos animan a lanzarse a estas plantaciones porque reemplazan a producciones agrícolas que no eran rentables, fijan la población en el medio rural, ayudan a encontrar modos de vida a los agricultores y generan cultura. No en vano este exquisito producto ha apasionado a las grandes figuras de la literatura, la música y la gastronomía evocando recuerdos eróticos y glotones.
La trufa molinesa no puede faltar en los mejores platos y mesas, a pesar de que su precio en destino sobrepasa los 2.000 euros el kilo. Quizá sobran leyendas y misterio en el mercado de este diamante negro que a veces tiene este color, para evitar a Hacienda. Dicen que basta darse una vuelta por las inmediaciones del antiguo bar Cavero cada jueves, donde acuden intermediarios y vendedores.