Dificultades para la transmisión de la Fe

23/10/2012 - 00:00 Atilano Rodríguez


  La historia de la Iglesia nos enseña que los discípulos de Jesucristo siempre han encontrado dificultades para la transmisión de la fe. En algunos casos estas dificultades fueron mucho mayores que las que nosotros experimentamos en estos momentos para ayudar a otros hermanos a encontrarse con Cristo y a descubrir en Él la alegría, la paz y la plenitud de sentido para la existencia. Estos obstáculos para la evangelización, en algunas ocasiones, proceden del exterior, del ambiente de secularización, del relativismo cultural y de la indiferencia religiosa. En otros casos, proceden de la falta de ardor misionero y de renovación espiritual por parte de los evangelizadores a la hora de mostrar o presentar a Jesucristo como Buena Noticia para todos los hombres. Aunque el primer tipo de dificultades, tal vez no podemos evitarlo, sí podemos superar la falta de entusiasmo misionero y de ardor evangelizador, si nos ponemos de verdad en los brazos de Dios y depositamos en Él nuestra confianza. Pero, junto a estas dificultades existen otras que, a mi modo de ver, deberíamos tener especialmente en cuenta, cuando nos planteamos la transmisión de la fe en este momento de la historia.
 
  Me refiero a las dificultades que experimentan muchos hermanos para responder positivamente a Dios debido al ambiente en que han vivido, a la formación recibida y a las circunstancias concretas en las que han crecido. Este conjunto de situaciones influyen de forma decisiva en las ideas, en los criterios y comportamientos de todo ser humano y, por tanto, también en el creer o no creer. Si la fe es un acto personal y libre, mediante el cual cada persona, con la ayuda de la gracia divina, responde a la llamada de Dios, que le busca y que le invita a vivir en su amistad, pueden existir condicionamientos personales de tipo cultural, familiar, religioso o social, que hacen especialmente difícil prestar la adhesión a Jesucristo y confiar en sus promesas.
 
   Entre estas dificultades personales, que pueden estar condicionando la respuesta generosa a Dios por parte de algunos bautizados, podríamos señalar la falta de amor en el seno familiar durante los primeros momentos de la existencia, las experiencias de sufrimiento, los testimonios negativos de algunos cristianos en las relaciones con sus semejantes, las falsas concepciones de Dios y la presentación negativa de la vida eterna. Teniendo en cuenta estos posibles obstáculos o dificultades, los evangelizadores tendríamos que cuidar con esmero la acogida cordial y el acompañamiento cercano a cada persona con el fin de escuchar sus dudas y poner los medios adecuados para ayudarle a superarlas. Mientras no demos estos pasos, será muy difícil que aquellos hermanos, que tienen obstáculos para creer, puedan descubrir a Jesucristo como la mejor y definitiva noticia para todo ser humano.