Dilma y Cristina

01/11/2010 - 00:00 Julia Navarro

He pasados los últimos días en América del Sur donde dos mueres se enfrentan a la difícil tarea de gobernar países que aún tienen una fuerte carga machista además de los problemas específicos de cada país. Son dos mujeres distintas en todo, por origen, personalidad, formación, intereses, y sin embargo ambas han llegado a la presidencia de sus respectivos países avaladas por un hombre. Dilma Rousseff ha contado con el aval de Lula de Silva, que la convirtió en su heredera para gobernar Brasil, Cristina Fernández fue aupada a la presidencia de Argentina por su marido, Nestor Kirchner. Estaba en Buenos Aires el día en que murió Kirchner, y si algo me sorprendió fue ver a la presidenta Cristina Fernández sin derramar una lagrima. La congoja se había adueñado de su rostro, pero no se permitió ni una lagrima durante los dos días en que duró el duelo y miles de argentinos pasaron por el salón de la Casa Rosada donde ella velaba el féretro de su marido. Ya digo que al principio me sorprendió tanta entereza, luego entendí que Cristina Fernández no podía permitirse el llorar en público rodeada como esta, de opositores dentro de sus propias filas que ya hacen cabalas de como descabalgarla del poder en las elecciones que se celebraran dentro de un año. El ejercicio de contención de lagrimas fue el mensaje que lanzaba a sus adversarios, algunos enemigos acérrimos y también a su país: si, estaba destrozada por la perdida del marido y compañero de toda la vida, por el hombre que la había aupado al poder, que le guardaba las espaldas, pero no estaba quebrada, sino que le sobraban fuerzas para ser la presidenta y enfrentarse a lo que hiciera falta. Pensé que un hombre que perdiera a su esposa podía permitirse las lagrimas que Cristina Fernández no se permitía para no dar muestras de debilidad, para que nadie la señalara como una mujer indefensa, destrozada por la adversidad. El rostro sin lagrimas era el mensaje que lanza al viejo Dualde, al ambicioso Scioli, gobernador de Buenos Aires, al sindicalista Moyano y a tantos otros, de que no la van a poder doblegar y que está decidida a repetir como presidenta. Casi al mismo tiempo en que Cristina Fernández enterraba a su marido el ex presidente Nestro Krchner, Dilma Rousseff recibía luz verde de las urnas para hacerse con la presidencia de Brasil y sustituir al carismático líder de su partido, el Partido de los Trabajadores, y presidente del país, Luis Ignacio Lula. Dilma es una veterana política, estuvo en la guerrilla en los años de la dictadura, y ha sido la mano derecha de Lula de Silva que la señaló como sucesora. Durante los dos próximos meses Dila viajará con Lula, asistirá a la cumbre del G 20, se codeara con lo más granado de los dirigentes de la política internacional, así hasta que tome posesión de su cargo de presidenta y tenga en sus manos la responsabilidad de gobernar un país inmenso donde la injusticia social sigue siendo un problema pendiente aunque Brasil haya hecho sus deberes económicos y éste en el club de los países emergentes. Argentina y Brasil, dos de los países más grandes del mundo, son gobernados pues por dos mujeres, Cristina y Dilma o Dilma y Cristina. La argentina tendrá que demostrar que tiene el pulso firme para llevar las riendas de su país aunque su marido ya no le cubra las espaldas. La brasileña tendrá que hacer lo imposible por conservar la herencia recibida de Lula. Ninguna de las dos lo tiene fácil, aunque si me apuran, es Cristina Fernández la que lo tiene realmente difícil, tan difícil que no pudo permitirse derramar ni una sola lagrima en publico. Los próximos meses serán determinantes en la vida de estas dos mujeres y de sus respectivos países. . . ..