Divorcio entre educación y empleo

09/01/2011 - 00:00 Francisco Muro de Iscar

La mayoría de los jóvenes universitarios europeos opinan que existe un divorcio entre la formación que reciben y la vida laboral. El viejo debate sobre si la Universidad debe formar profesionales o solamente difundir saberes debía haberse superado hace mucho, pero sigue teniendo una incidencia importante en la economía, en el modelo económico, en nuestro futuro como país. Hoy por hoy la Universidad no forma ni abogados ni médicos ni empresarios, tal vez ni siquiera profesores. Sólo licenciados en Derecho, Geografía o Empresariales, doctores en Medicina. Los médicos se hacen después gracias al excelente MIR y a ¡diez años de formación!, cuatro de ellos de pura práctica. Por eso, seguramente tenemos los mejores profesionales en Ciencias de la Salud. Si la Ley de Acceso a la Abogacía entra en vigor el próximo octubre, tal vez pase como con los médicos y mejore la formación de los abogados. Hoy por hoy, un licenciado en Derecho, con cuatro años de formación teórica, puede defender a un ciudadano ante el Supremo con solo colegiarse, aunque no sepa ni ponerse la toga. Un disparate que influye en la calidad de nuestra justicia. Los universitarios españoles saben que salen mal preparados de la Universidad y por eso luego hacen másters, cursos de expertos, etc. y dilatan su ingreso en la vida laboral. La mayor parte de su profesorado no ha trabajado nunca en una empresa, sólo en la Universidad. Eso no pasa en países como Gran Bretaña donde el 70 por ciento de los universitarios cree que la Universidad les prepara adecuadamente para su futura vida profesional y quieren trabajar nada más terminar su carrera. También en Suecia o Alemania. Por eso cuando estalla la crisis y se desploma la oferta de empleo para estos profesionales, cuya formación es casi gratis para ellos y carísima para los contribuyentes, el problema se agrava. Vaya un ejemplo. Tenemos 1.600.000 universitarios. De ellos, más de 200.000 estudian ingeniería y arquitectura técnicas y otros 150.000 más o menos, ingeniería y arquitectura superior. 350.000 en total en 130 centros. Como la oferta de empleo en este sector ha caído en un 50 por ciento entre 2009 y 2010 y la licitación de proyectos por las Administraciones está por los suelos, el futuro de estos profesionales, como el de tantos otros, está bajo mínimos y la salida de los más arriesgados -si saben idiomas, otra gran carencia- está en el extranjero. Así que no sólo nos cuesta muy cara la formación de profesionales de grado superior sino que, además, luego se los "regalamos" a otros países. ¿Se puede permitir España este lujo? ¿Se puede permitir 1.600.000 universitarios, que luego deben "aprender" su profesión, cuando lo que necesitamos es aumentar nuestra productividad y nuestra competitividad? La clave de nuestros problemas sociales y económicos está, no me canso de decirlo, en nuestra educación. En nuestra mala educación.