Edición eléctrica
08/02/2013 - 00:00
Me imagino el sobresalto que se debieron llevar en aquel tiempo -hablo del siglo XV- los primeros lectores del planeta, cuando la comunicación escrita era privilegio de sólo unos pocos: los monjes de los monasterios medievales, a los que la civilización occidental debe tanto, y muy pocos más. Hasta entonces se había escrito y se había leído en toda clase de extraños artilugios: en planchas de arcilla grabadas con punzón, en papiros, en pergaminos, en tablillas enceradas, en pieles de terneros nonnatos, y en cualquier superficie capaz de mantener de modo permanente los trazos escritos en los que se esconden las ideas. La invención de la imprenta en 1455 supuso una revolución sonora en el arte de escribir debido a sus infinitas ventajas. Permitía imprimir centenares y miles de páginas idénticas, sin otro trabajo que el de impregnar la plantilla en un rodillo de tinta y disponerla después sobre la superficie plana del papel. Seguido a la invención de la imprenta iría llegando en siglos sucesivos su perfeccionamiento, hasta conseguir la edición de libros que son auténticas obras de arte. Este es el punto en el que hoy nos encontramos dentro de la larga historia de la palabra escrita.
¿Qué es lo que nos llegará después? Vemos irrumpir con fuerza otra revolución no menor de lo que en su tiempo debió de suponer la invención de la imprenta: se trata del almacenamiento de información en discos compactos, en otros modernos procedimientos surgidos a la par de la ciencia Informática como consecuencia de su desarrollo, para llegar al libro electrónico, de cuya edición ya existen en el mundo así como media docena de industrias reconocidas. Un producto de coste mucho menor, libre de espacio físico en donde poderlo acoplar, y a su vez arrastrando una serie de inconvenientes que el tiempo se encargará de ir descubriendo, entre ellos la industria en torno al libro convencional en la que entran toda una serie de profesionales: libreros, impresores, encuadernadores, y tantos millones más de ciudadanos del mundo que, desde Gutemberg hasta nuestros días, han dedicado su vida a la edición y comercialización de libros.
A los que hemos nacido y criado entre libros, nos cuesta trabajo creerlo y mucho más tenerlo que aceptar y darlo por bueno mas que nos pese. No olvidemos que nos ha tocado vivir en el periodo más cambiante de la Historia de la Civilización, que del arado romano que emplearon nuestros abuelos para hacer frente a la vida, hasta el uso diario de Facebook y de Twitter como sistemas de comunicación de última hora, sólo han transcurrido no más de medio centenar de años. ¿Qué es lo que nos llega? No lo sé, pero sí que me preocupa. Creo que no muy tarde dejará de existir la biblioteca tal como las entendemos, para dar paso, debido a sus méritos y a su gloriosa historia, al museo del libro.