Educación desconcertada
22/03/2016 - 23:00
A pesar de los convenios y conciertos existentes, la educación privada en España sigue desconcertada. El planteamiento constitucional en teoría, es correcto, es asumible y homologable con otros modelos occidentales y tradicionales. Pero la puerta abierta o la mano tendida son siempre utilizadas por los enemigos de la educación para negar la existencia de la realidad mayoritaria. Se reconoce en ella (art. 27) el derecho a la educación, a la libertad de enseñanza y a la iniciativa privada. Se garantiza la asistencia y apoyo al derecho y libertad de los padres para educar a sus hijos en línea y coherencia con los valores, convicciones y creencias de la familia, que se traduce en la libertad de la elección de centro en igualdad de oportunidades y condiciones que otros padres. A pesar de ello, la llamada escuela concertada sigue estando desconcertada.
Toda esta reafirmación no frena los deseos de confrontación entre educación pública y privada, ambas legitimadas en nuestra Constitución. Todavía resuenan en la historia los esfuerzos que tuvo que hacer la Iglesia para que la II República (a principios del siglo XX) reconociese la libertad y el derecho de enseñar y crear centros a la Iglesia, pues era monopolio del Estado. Lo mismo pasó con el rechazo del voto femenino, argumentando los Diputados que las mujeres harían lo que dijesen sus Directores Espirituales o Confesores. Pero como decía Azaña en las Cortes el 13.X.1931- ya llegaron los frailes, la enseñanza congregacionista y se abalanzaron como jabalíes sobre la conciencia religiosa del pueblo. Algunos partidos de hoy son jabalíes continuadores y herederos del laicismo de la II República en la enseñanza. Analizando la composición de aquellas Cortes, decía el mismo Azaña, que eran menos avanzadas y progresistas de lo que se creía y, si los Diputados votasen a mano alzada, nos sorprenderían.
El Estado no concede, no genera derechos sino que les reconoce. El poseedor y titular de los derechos humanos son las personas. La educación es un derecho y, como tal, no está impuesto desde el Estado ni tiene su origen en él. Hablamos de educación religiosa y moral. El Estado aconfesional significa no tener religión oficial propia pero también apoyar a todas las religiones existentes en sus dimensiones sociales. Y, sobre todo, no luchar contra la mayoritaria siendo un Estado ateo y beligerante, a favor de dicho ateismo. La enseñanza pública, obligatoria, universal y gratuita, se sostiene con fondos procedentes de los impuestos de los ciudadanos, incluidos los católicos. Si, además, éstos eligen una determinada educación para sus hijos, de acuerdo con sus convicciones, deben volver a costear dicha educación. Están pagando dos veces por la enseñanza para que otros la tengan gratuita. Hoy como antaño, sigue la queja republicana, la manifestación y la hostilidad contra la escuela privada que no es sólo, aunque también, la de la Iglesia. Jugando con el doble sentido de la palabra, seguimos diciendo que la educación concertada está desconcertada.