Educación en la cuerda floja

18/11/2018 - 15:14 José Serrano Belinchón

Algo de máxima importancia es la educación con respecto al futuro del hombre. 

  El diccionario de la RAE define a la palabra “educación” de tres maneras distintas, a las que yo añadiría una cuarta más: la que siempre he tenido para mi uso y que aprendí de don Alberto del Pozo, mi profesor de Pedagogía en la Escuela Normal, y que era ésta: “Perfeccionamiento intencional de lo específicamente humano”, es decir, que tiene como misión convertir al individuo no cultivado -cualidad con la que todos nacemos- en persona apta para desenvolverse en el futuro, según el momento y las circunstancias en las que le toque vivir. La educación convertirá al neonato en individuo útil a la sociedad, capaz de hacer frente al mundo en el que vive, según los niveles de educación y preparación que haya recibido.
     Algo de máxima importancia es la educación con respecto al futuro del hombre, quien a lo largo de su vida se comportará según el nivel de educación que haya recibido, teniendo en cuenta el espíritu ideológico que haya inspirado los programas y materias que se le vayan a administrar; asunto éste en el que los padres siempre tienen algo que decir, pues a ellos en primer lugar corresponde elegir el camino que prefieren para sus hijos, camino éste que tiene la obligación de proporcionarle la sociedad en la que vive, facilitando los medios necesarios que la familia, por sí sola, no tiene capacidad de conseguir, salvo en determinados casos. Para ello, entre otras obligaciones más, la familia contribuye con sus impuestos, de manera que los pueblos y los países funcionan  y se desarrollan, mejor o peor, con la ayuda de todos.
      Durante los últimos días, muchas familias españolas se han puesto alerta porque el Estado pretende remover, sin previa consulta, algo tan importante como la formación religiosa de sus hijos, devaluando la asignatura de Religión (ya lo era de aceptación libre) y poniendo serios inconvenientes para la matriculación de los niños en colegios concertados, muchos de ellos de inspiración cristiana, que, como sabido es, se trata de un derecho fundamental de los padres, recogido en el art. 27 de la Constitución, quienes con mayor o menor razón, pero con libertad plena, prefieren esa clase de educación para sus hijos, como un modo más de entender la vida. Confiemos en que se trata de una ventolera ideológica, que pasará lo mismo que ha llegado. Y en cuanto a dar por válidos los estudios del Bachillerato con una asignatura suspensa, cosa que parece contar en los planes de la señora ministra, ya no digamos.