Efecto rebote

29/05/2011 - 00:00 Victoria Lafora

 
Fue una actuación descabellada y estúpida. Por la violencia inusitada en la actuación de los Mossos d`Escuadra, por la estulticia de las razones esgrimidas (que tenían que entrar los camiones de basura) y, sobre todo, porque el movimiento de los "indignados" en la Plaza de Cataluña de Barcelona languidecía suavemente. Uno de los resultados conseguidos fue más de cien heridos entre agentes de la policía autonómica y manifestantes; el otro, que la gente concentrada se multiplicase por diez, por lo que a última hora de la tarde del viernes no cabía un alfiler donde antes solo pernoctaban quinientas personas. Son los efectos rebote de una decisión política equivocada. Más equivocada aún si, después de limpiar la emblemática plaza, se les vuelve a dejar acampar porque Internet está que arde y el responsable de los mossos se asusta ante las críticas que le llueven por doquier.

   El conseller Felipe Puig intentó tocar la fibra sensible de los "cules" asegurando que, además de las razones higiénicas, el otro argumento para el desalojo violento era el deseable triunfo del Barcelona en la final de la Champions y los posibles consiguientes altercados de orden público. No coló. Así que miles de vecinos de la Ciudad Condal acudieron a solidarizarse con los congregados que habían vuelto a levantar sus tiendas de campaña bajo el lema provocador de "Ahora somos más fuertes". Mientras tanto, en Madrid, los concentrados debatían un borrador de manifiesto con sus propuestas, bajo un fuerte aguacero desplomándose sobre los toldos que los guarecen.

    Las noticias que llegaban de Barcelona más la irritación de los comerciantes de Sol inquietaban a las comisiones de debate. Esperanza Aguirre ha exigido, con la contundencia que la caracteriza, que se proceda a desalojar el espacio público frente a la sede de su Gobierno. Nunca, en todos estos días de concentración, se ha sentido concernida por las peticiones del movimiento "15 M". Las demandas de más y mejor democracia no van con ella; ni las de acabar con la corrupción en los partidos políticos tampoco. Una vez comprobado que todas las absurdas acusaciones de que el campamento lo había organizado Rubalcaba para frenar el previsible triunfo del PP, la paciencia se le agota a la presidenta madrileña y a su equipo. Uno de sus dos consejeros de confianza, Francisco Granados, ha proclamado que no se puede tener a una ciudad secuestrada, como si todos los ciudadanos de Madrid cupieran en la Puerta del Sol. Tras lo sucedido en Cataluña más vale no precipitarse, no sea que, como allí, suceda el efecto contrario al que se quiere conseguir.

  

  

  

  

  

   Las cosas han salido, al final, c.

  

  

  

  

  

  

  

   .

  

  

   .

   .