Efemérides
El jueves, como cada 9 de mayo, se celebró –es un decir– el Día de Europa. Más allá de alguna referencia secundaria en los informativos y en la prensa, o de alguna lejana alusión en las redes sociales, apenas nadie se enteró.
Quizás algún docente concienciado lo recordó e hizo alguna actividad con sus alumnos, pero poco más. Tan sólo fue un día no laborable para quienes trabajan en las instituciones europeas, lo cual es una buena metáfora del alejamiento de dichas instituciones. Lo celebran los funcionarios europeos, pero los ciudadanos no tienen noticia alguna y apenas saben de la existencia de esa festividad que se celebra el 9 de mayo porque en tal fecha, en 1950, Robert Schuman, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores francés, pronunció un discurso, la denominada Declaración Schuman, que es considerado el primer paso para la integración de los Estados, el inicio de la actual Unión Europea, su punto de arranque, su primera piedra.
En 1985, el Consejo Europeo –compuesto por los jefes de Estado y gobierno– estableció para esa fecha la conmemoración del Día de Europa. También se fijaron en aquella época otros símbolos de la Unión Europea. En los ochenta se institucionalizó el uso de la bandera europea, las doce estrellas doradas en círculo sobre fondo azul. En 1986 se instituyó el himno europeo, con la música de la Novena Sinfonía de Beethoven y letra de la Oda a la Alegría de Schiller. Igualmente, en el año 2000 se adoptó un lema oficial, “in varietate concordia” (unida en la diversidad). Símbolos hay, por tanto, pero siempre ha faltado promoción, no ha habido una difusión adecuada o, sencillamente, no han calado lo suficiente. Y los símbolos son muy importantes. En España sabemos, de primera mano, cómo pueden dividir, cómo se pueden convertir en emblema de separación y romper la convivencia. Pero también sabemos que son elementos que construyen, que socializan, que generan identidad, que movilizan a la sociedad.
Hoy los manifestantes georgianos que protestan contra las leyes que restringen derechos, como hicieron hace diez años los ucranianos que lucharon en el Euromaidan contra la injerencia rusa, lo hacen capitaneados por banderas europeas. Por ello son necesarios, por ello es importante, más que nunca, que unos símbolos indiscutibles como son los europeos, en particular en este momento de acoso a los valores occidentales, a sus derechos y libertades, por parte de dictaduras de todo pelo, sean dados a conocer, sirvan para construir esa identidad europea tan insuficiente que tenemos. Hay quien lucha por nuestra bandera, pero lo hace fuera de nuestras fronteras. Mal asunto que los europeos no sepamos capaces de ver y reconocer cuánto nos estamos jugando.