El adiós de Zapatero

27/09/2011 - 00:00 Esther Esteban

 
  Comienza la cuenta atrás. Con el decreto de disolución de las Cortes y de convocatoria de elecciones el presidente Zapatero ha dado el pistoletazo de salida de una campaña electoral demasiado larga, demasiado espesa, costosa e innecesaria para los tiempos que corren.
 
   El presidente apura sus últimos días en Moncloa, mientras Rajoy prepara su aterrizaje si las cosas salen como predicen las encuestas. La marcha de uno se hace con el descrédito de quien deja al país en mínimos históricos con un balance de parados y unas cifras económicas que nos retrotraen a diez años atrás y la llegada del otro será de todo menos fácil. Zapatero llegó al poder de forma inesperada y exitosa, pero ha dilapidado su credibilidad a la misma velocidad con la que la había ganado. Ha sido un gobernante que primero sorprendió, luego inquietó y finalmente decepcionó a todos, incluso a los suyos, que ahora sólo quieren distanciarse a marchas forzadas de su legado.
 
   Su apelación constante a los principios ideológicos de la socialdemocracia hizo creer a algunos que sería el guardián de las esencias, el hombre leal y fiel a su propio pensamiento que, acertada o equivocadamente, sería coherente con el programa electoral que le dio el poder, pero no fue así. Su insistencia primero en negar la crisis y después en afrontarla a golpe de improvisación han llevado al país a una especie de abismo, de agujero negro del que Zapatero es el máximo responsable. Se erigió en el abanderado de los derechos de los ciudadanos con leyes como el matrimonio de los homosexuales, la ley del aborto o la polémica ley de la Memoria Histórica que, efectivamente, complació a un sector de la izquierda, pero provocó tal crispación y división en la sociedad que ni siquiera en esto pudo deleitarse con las mieles del éxito.
 
   Por el contrario, ni los suyos entendieron su giro en materia económica en el 2010 agobiado por las presiones de Europa, los mercados y la banca. Hay que reconocer que ese travestismo ha sido un duro trago para él, que no era fácil de asumir el "donde dije digo digo Diego", pero cuanto mayor era la critica mayor también su cinismo y su lejanía con los ciudadanos. Zapatero ha sido un mal gobernante, que ha tenido que afrontar la mayor crisis económica de la historia y lo ha hecho basándose en una mentira inicial, escondido en ese optimismo antropológico que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Quiso ser el hombre de paz, pasar a la historia como el presidente que consiguió el final del terrorismo de ETA, pero también en ese proceso se vio obligado a dar un giro copernicano del que aun no hemos visto resultados definitivos.
 
    En definitiva, el balance ha sido negativo pero las perspectivas ante un cambio de Gobierno no son mejores. Si Rajoy llega al poder, de entrada se verá maniatado por unos presupuestos que apenas tendrá tiempo de elaborar y que se convertirán pronto en papel mojado. La salida mas sensata seria que al día siguiente de tomar posesión de su cargo iniciara el proceso para llevar a buen término unos grandes pactos de Estado similares a los de la Moncloa en los que todos los partidos, sindicatos y empresarios se comprometieran a tirar del carro dejando a un lado las discrepancias ideológicas.
 
   Una crisis de esta magnitud no se supera si se sigue ahondando en las pequeñas miserias partidistas y sólo si los lideres políticos aparcan sus diferencias y tienen altura de miras podrá avanzarse en el camino correcto para salir del túnel. El nuevo gobierno tendrá que ser generoso y olvidarse de las vendettas para centrarse en el interés general y dar a los ciudadanos un pequeño respiro. Si hay que hacer sacrificios los haremos todos porque España sigue siendo un gran país dispuesto a remangarse y tirar para adelante.