El año loco, loco, loco de Zapatero

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por:
El comentario
Fernando Jáuregui / Periodista
El primer aniversario del actual Gobierno ha sido saludado por encuestas, comentaristas, hagiógrafos y críticos con un cierto desapego, de tonos e intensidades variables. Ha sido, sin duda, un año complicado: por los rigores de la crisis económica, agravados por una cierta falta de definición en los mensajes gubernamentales –así, en la última entrevista de ZP al Financial Times se contenían algunas afirmaciones contradictorias con otras anteriores al mismo periódico–. Y ha sido un año complicado por el hundimiento de Grecia, que ha deslucido la ya poco brillante presidencia semestral española de la Unión Europea. Y más cosas...
Sin duda que Zapatero no es el culpable único, ni tal vez el principal, de todos estos males, aunque en su debe hay que cargar lo que más arriba señalaba de la indefinición de los mensajes a los mercados, una excesiva capacidad de improvisación y una gran confusión en la comunicación a los españoles cuando de enumerar las medidas adoptadas por el Gobierno se trata. El Gobierno no ha sabido contrarrestar, ni interna ni externamente, las malas noticias económicas: carece claramente de un plan de presencias ante los ciudadanos de los principales dirigentes socialistas y, lo que es peor, ha dejado de ser simpático a los medios informativos y, podría ser que también, de acuerdo con las encuestas, al hombre y la mujer de la calle.

Esto último no se deriva solamente, pienso, de las incertidumbres que provocan los vaivenes de la política económica gubernamental. Tengo para mí que se ha instalado en la ciudadanía una cierta sensación de crisis institucional que, desde luego, no se alivia con el desorden autonómico en general ni con la aún increíblemente pendiente sentencia del Estatut catalán, muy en particular.

Ni las marchas atrás en la dotación de la ley de dependencia, ni las salidas de tono de la ministra de Igualdad, ni la inflación de ministerios inactivos dejan de ejercer una influencia negativa entre los españoles; unos españoles sorprendidos, parece, por el caos en la justicia, el sesteo parlamentario y, claro está, por los escándalos de corrupción, asuntos los tres últimos que, desde luego, no son achacables en exclusiva al Ejecutivo y al partido que lo sustenta. Pero que inciden en la bajísima valoración que los ciudadanos hacen de su clase política, un suspenso que también afecta, como no podía ser de otro modo, al Gobierno. En estas condiciones, Zapatero debe preparar muy cuidadosamente cada uno de sus pasos si quiere tener opciones para que un candidato socialista –él u otro/a – se mantenga en La Moncloa. Dicen que ya ha elaborado un plan de apariciones públicas en España de aquí al verano, en una especie de primera ofensiva de cara a las elecciones autonómicas y locales. Pero eso no va a bastarle: ignoro si medita golpes espectaculares –aseguran que ni siquiera remodelará su elenco ministerial–, pero, en mi opinión, lo necesita. Porque, desde luego, no va a ser el ‘sumario Gürtel’ quien gane por él las elecciones para el PSOE.