El astrolabio de as-Sabban y la reconquista de Alvar Fáñez


Lo que cada vez parece más evidente es que quien vinculó a Alvar Fáñez con Guadalajara fue el autor, hoy en día aún anónimo del Mío Cid, cuando escribió unos versos en la ‘Algarada del Henares’, del Cantar del Destierro.

Según sostienen la mayoría de los medievalistas que han estudiado en los últimos tiempos la etapa de la reconquista del reino de Toledo por Alfonso VI, a Alvarfáñez le une más la literatura que la historia con Guadalajara. Personaje y ciudad están más vinculados por la leyenda que por los hechos constatables y constatados. Las tesis más recientes y mejor fundamentadas, sostienen que Alvarfánez, el minaya-amigo, más que primo o lugarteniente- de Rodrigo Díaz de Vivar, un bravo infanzón de Urbaneja, en la actual tierra de Burgos, no reconquistó Guadalajara la noche de San Juan de 1085 penetrando con sus huestes por el torreón que hoy lleva su nombre y que, por cierto, es del siglo XIV, sino que el conjunto del territorio de la taifa toledana de Al-Qadir fue ocupado por los cristianos, más por pacto de sometimiento que por batalla, tras entregar Al-Qadir a Alfonso VI su antiguo reino y pasar a dominar el de Valencia. No está en mi ánimo desmentir mitos, pero el bonito escudo de la ciudad, representativo y gráfico donde los haya, tampoco representa a Alvarfáñez de Minaya tomando la ciudad en la estrellada noche del solsticio de 1085, sino que se trata del caballero concejil que aparecía de forma recurrente en los sellos de las villas y ciudades castellanas y que, aquí, terminó asumiéndose como escudo local e interpretándose que se trataba del mismísimo Alvarfáñez, reconquistando épicamente la ciudad. Las leyendas -que han cubierto las lagunas no resueltas de la historiografía de forma habitual o que los propios historiadores, guiados por la pasión localista en determinadas etapas, han alentado para engrandecer la historia- suelen ser épicas y bellas, como la de la reconquista de Guadalajara, pero conviene dejarlas en el lugar del mito, más que en el del rito, y en la memoria y conciencia colectivas locales, más que en las monografías de historia. Lo que cada vez parece más evidente es que quien vinculó a Alvarfáñez con Guadalajara fue, ni más ni menos, que el autor, hoy en día aún anónimo, del Mío Cid cuando escribió estos versos en la conocida como “Algarada del Henares” que forman parte del Cantar del Destierro:

 

Fita ayuso | por guadalfajara

fasta alcala | llegen las algaras

E bien acojan | todas las ganancias

Que por miedo de los moros | no dexen nada

Sos cavalleros | llegan con la ganancia

dexan la a mio Çid, | todo esto non preçia nada.

Afevos los .cciii. | en el algara,

e sin dubda corren; | fasta Alcala lego la seña de Minaya,

e desi arriba | tornan se con la ganançia

Fenares arriba | e por Guadalfajara.

Astrolabio de Muhammad ibs sa'id as-Sabban. C.1081-1082. Museo de la Historia de la Ciencia.Oxford

 

El autor del más grande de los poemas épicos escritos en la entonces aún incipiente lengua castellana, datado en el siglo XII, no dice en sus versos que Alvarfánez reconquistara Guadalajara, sino que el Cid lo envió, desde su campamento en Castejón-¿de Henares?, ¿Jadraque?-, por debajo de Hita y por Guadalajara hasta Alcalá, para realizar una algarada-una incursión en territorio enemigo, lo que los musulmanes llamaban “razzia”- que procurara víveres y otras ganancias a las tropas de Rodrigo, camino de su destierro decretado, precisamente, por Alfonso VI, el rey que reconquistó estas tierras del foso del Tajo. El propio poema no es historia, solo literatura, no narra la reconquista del reino de Toledo, sino la epopeya del de Vivar, y está escrito casi un siglo después de que ocurrieran los hechos, por lo que el poeta habla de oídas y asumiendo la narrativa oral de la época en la que se buscaban y ensalzaban héroes cristianos que hicieran frente y sometieran a los “moros”, en el nombre de Dios y de Castilla. Dicho todo esto de manera sintética y ahorrando detalles al lector pues este artículo ni puede, por mis propias limitaciones, ni debe, por su intención meramente divulgativa y de pasatiempo, ser un reproche historiográfico, todo apunta a que en estos versos del Mio Cid que vinculan a Guadalajara con Alvarfáñez pudiera radicar el nacimiento de la leyenda de la reconquista de la ciudad por este gran guerrero castellano que, sí que está contrastado, anduvo por el actual territorio de la provincia y que, incluso, llegó a ser el alcaide de la entonces fuerte y estratégicamente importante Zorita. En todo caso, ruego a los alcarreñistas más encendidos, entre los que me suelo encontrar, que no se me enfaden, ni aún mucho menos depriman, por lo que acabo de sostener y que sigan disfrutando de esta legendaria ciudad, nunca mejor dicho, pero sin chuparse el dedo.

Rogando disculpas a los historiadores más sesudos por la forma un tanto ligera de abordar unos asuntos tan serios y profundos como los que he tratado y que precisan el rigor y la extensión que yo no puedo darlos, en compensación por el fiasco que los menos avisados-que no avispados- se han podido llevar con lo antedicho, voy a hablar a continuación de un científico musulmán, realmente interesante, que vivió en la Guadalajara de finales del siglo XI, Muhammad Ibn Sa’id as-Sabban, y que aquí construyó un astrolabio que forma parte de las once únicas piezas de astrolabios occidentales anteriores al siglo XII que se conservan completas. El astrolabio de as-Sabban se construyó en el año 474 de la Hégira, lo que proyectado a nuestra era equivale al período de junio de 1081 a mayo de 1082. Es decir que, este señor de nombre casi impronunciable en nuestra lengua, que probablemente era natural de Zaragoza, construyó en Madinat al Faray-la ciudad de Faray, el primer cadí musulmán que dio nombre a Guadalajara después de ser fundada por los musulmanes en el siglo VIII- apenas tres años antes de que la “reconquistara” Alvarfáñez, un astrolabio que hoy se conserva con celo en el prestigioso Museo de la Ciencia de Oxford. El astrolabio es un instrumento de probable origen griego-se considera a Hipparco y Ptolomeo, siglo II a. C., e Hipatia, siglos IV y V d.C., quienes más contribuyeron a su uso inicial y después a la mejora de su proyección y cálculo- que resultó decisivo para la navegación, la astronomía y la astrología, sobre todo en la Edad Media, solo comparable con lo que también han aportado a la orientación y el estudio del cielo el sextante y la esfera armilar, como bien me ha indicado Antonio García-Blanco, presidente de la activa asociación “Astroguada”, que aglutina las miradas más entusiastas y agudas a nuestros cielos más profundos. El cielo de Guadalajara, sépanlo quienes lo ignoran, es un verdadero paraíso para los astrónomos por su limpieza y falta de contaminación lumínica, especialmente en las zonas más alejadas de la capital de la provincia, en la mal llamada “Guadalajara vaciada”, porque calificarla así es cosificarla. Mejor decir, la Guadalajara despoblada e, incluso, olvidada.

El astrolabio que construyó as-Sabban en la Guadalajara todavía musulmana de finales del XI, aunque ya cerca de ser cristiana, mediando Alvarfánez o no, está fabricado en aleación de cobre y tiene una altura de 185 mm. En él consta una inscripción en caracteres de árabe magrebí que dice lo siguiente: “Entre los objetos hábilmente elaborados por Muhammad ibn Sa`id as-Sabban en Madinat al-Faraj, Dios la proteja, en el año 474 de la Hégira”. Las partes de que consta este astrolabio, algunas de nombres realmente sonoros e ignotos, al menos para mí hasta ahora, son las siguientes: Trono, anillo, grillete, mater, útero, atrás, rete, etiqueta del zodiaco, alfiler y caballo, alidade y láminas. Sus platos abarcan todo el mundo islámico, desde Toledo hasta la legendaria Samarcanda. Aunque presenta algún deterioro, para datar de hace nueve siglos y medio, se encuentra en un buen estado de conservación y es una de las piezas señeras de este tipo de instrumentos que se conservan en el museo de Oxford ya citado. El astrolabio de Guadalajara tiene asignado el número #2527 en el Catálogo de Instrumentos Astronómicos Medievales de Frankfurt y forma parte de la famosa y acreditada Colección Billmeir de instrumentos depositada en el museo científico oxoniense.

Según comenta Jorge A. Vázquez Parra en un documentado artículo publicado hace ya 12 años en “Neomenia”, publicación interna de la Agrupación Astronómica de Madrid, se podría especular con cierto fundamento que as-Sabban, el astrolabista árabe que construyó su aparato en Guadalajara a finales del siglo XI, pudo tener “alguna vinculación con el depuesto rey Yahya al-Qadir, de la taifa de Toledo (…)”. Esta hipótesis se asienta en el hecho de que as-Sabban construyera en Valencia una lámina para su uso, justo cuando ejercía allí como rey taifa y, al parecer, era un “gran aficionado a la astrología, hasta límites que entraban en el ridículo”. En todo caso, las estrellas estuvieron en la primera hora de la Guadalajara que dejaba de ser musulmana.