El Cercanías no funciona
Las sociedades evolucionan, se supone que a mejor, pero muchos trenes no salen a su hora o ni siquiera llegan a arrancar, hay averías y hasta descarrilamientos.
Hablar del tren nos retrotrae a aquellos años de la Universidad, en concreto a los primeros de la década de los noventa cuando incluso nos atrevíamos a viajar sin billete y pasar el trayecto pendientes del revisor. En más de una ocasión tuvimos que apearnos en una estación y esperar al siguiente tren para evitar la multa. Tiempos de pasarlo bien con los compañeros hasta en los desplazamientos. Los horarios, salvo concretos imprevistos, se cumplían con puntualidad. Y así durante cinco años consecutivos cada día lectivo. Posteriormente por unos estudios de posgrado en Madrid fuimos con igual servicio otro curso más y a veces, en la otra dirección, hacia la Ciudad del Doncel. La experiencia siempre fue positiva.
Las sociedades evolucionan, se supone que a mejor. Hoy, pasados más de treinta años, los trenes deberían ser más modernos, cómodos, rápidos, con más frecuencias, asiento garantizado, eficiencia energética… o sea mejor servicio y más aún en tiempos en que somos conscientes en mayor medida de la importancia de promover el transporte público, de luchar contra la contaminación, de revertir el cambio climático, de ser eso que llaman sostenibles, que depende de los hábitos de cada uno de nosotros, sin duda, pero también de las alternativas que se nos ofrezcan. Y parece, por las imágenes que vemos en los medios de comunicación y lo que cuentan los usuarios, que la situación ha involucionado, muchos trenes no salen a su hora o ni siquiera llegan a arrancar, hay averías y hasta descarrilamientos. Problemas de gestión, de intendencia, de organización, difíciles de entender, pero que tendrán responsables concretos a quienes exigir su corrección. Sin entrar en polémicas, pedimos soluciones porque son miles los guadalajareños que a diario requieren por estudios o trabajo coger un tren.