El chuletón

17/07/2021 - 10:14 Jesús de Andrés

El consumo de carne es excesivo, se debe moderar por una cuestión de salud personal y también por respeto al medio ambiente

De todos los ministros, y hay unos cuantos, a Alberto Garzón, titular de Consumo, es al que tengo en menor estima. Sin pretender hacer sangre, su impostura, su indocumentación intelectual y su frondoso narcisismo, amen de su inexperiencia en la gestión, le hacían, desde mi particular punto de vista, el menos indicado para ocupar un sillón en el consejo de ministros, y mucho menos el que ocupa. Poner al frente del ministerio de Consumo a alguien que a estas alturas se sigue jactando de ser comunista es para nota. Es seguro que no habrá leído la trilogía de Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio, donde analiza las raíces anticomerciales del comunismo, ya que sus tres volúmenes serían suficiente, en caso de haber comprendido su línea argumental, para cuestionarse al menos la coherencia de su cargo declarándose comunista.Alguien que defiende la ausencia de libertades y la represión en Cuba o Venezuela como consecuencia del embargo estadounidense -como si los norteamericanos fueran justificación para detener a cualquier opositor que manifiesta su opinión- o es un hipócrita o es un indigente moral. En un libro publicado hace apenas cinco años, Por qué soy comunista, intentaba convencer de la superioridad de un sistema que ha demostrado no sólo su ineficacia a lo largo de la historia sino que ha dejado un rastro de millones de asesinatos y una represión sin límites. Según Garzón, “el capitalismo es incompatible con la democracia porque en este sistema económico los votos se determinan en función del dinero”. Agárrate. O es ceguera o es ignorancia. El único modelo económico del que tenemos certeza de su incompatibilidad con la democracia es el comunismo y sus sistemas represivos de partido único.

Estas dos últimas semanas, sin embargo, el ministro Garzón, a quien tanto hay que reclamar, ha sido noticia debido a la campaña mediática organizada por su ministerio para reducir el consumo de carne. Dicho todo lo dicho en el primer párrafo, no alcanzo a comprender la polémica desatada ya que, también hay que decirlo, tiene más razón que un santo. Para una vez que dice algo sensato se organiza una persecución sin límite, en la que muchos de sus críticos han dejado sus vergüenzas al aire. El consumo de carne es excesivo, se debe moderar por una cuestión de salud personal y también por respeto al medio ambiente. Cada vez que se anuncia la apertura de una macrogranja de cerdos, la movilización en contra es unánime, pero si el ministro lo dice es un inconcebible ataque a la industria cárnica y a los millones de puestos de trabajo que -eso dicen- genera en España. Lástima que no se le ponga contra las cuerdas por su solidaridad con regímenes asesinos, que ahí sí debería llevarse más de un chuletón. Quizá el problema sea más nuestro que suyo.