El cisma de las peñas

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Editorial
Así se las ponían a Felipe II. Después de meses aguantando tensión máxima en su relación con las peñas, el concejal de Festejos, Jaime Carnicero, asiste a la desintegración del movimiento peñista, en una maniobra de la que, sin duda, saldrá beneficiado.
Y es que el dicho de divide y vencerás viene que ni al pelo en esta situación. En un largo comunicado, la Peña Caracol hacía ayer públicos los motivos de su abandono de la Federación de Peñas de Guadalajara. Tras leer la elaborada enumeración de circunstancias que han provocado el cisma, la conclusión es que el movimiento ‘anti-nuevo ferial’ hace tiempo que perdió su razón de ser. Una vez que el Ayuntamiento dio por inamovible su decisión del traslado, todos los posicionamientos de la Federación eran vagos, puesto que las peñas, de forma independiente y autónoma, lo único que querían es buscarse un sitio en el nuevo mapa festivo y comenzar a organizar la logística de cara a la Semana Grande. Sin embargo, nadie se atrevió a abandonar la disciplina de la batalla y reconocer que anteponían la verbena y el cubata gratis a las profundas convicciones y principios que hablaban de libertad y de una Guadalajara mejor. Los caracoles esta vez fueron los más rápidos y abrieron la caja de los truenos. Todo indica que ahora los vientos de cada peña comenzarán a salir en busca de aposento y del mejor acuerdo con el Ayuntamiento. Se pone de manifiesto así que el movimiento peñista no entiende de jerarquías, voces de mando o acciones militares. Las peñas, en su esencia más profunda, son desordenadas, algo ácratas, navegan contra corriente y se muestran absolutamente indisciplinadas. Este carácter les ha permitido ser el alma de la fiesta desde que fueron creadas, en plena dictadura, por jóvenes que ahora ven a sus hijos con el pañuelo morado al cuello. La época de los ideales pasó para las peñas y ahora las ganas de pasarlo bien priman sobre cualquier otro objetivo. A ferial muerto, ferial puesto.