El espíritu de clase
31/08/2012 - 00:00
El espíritu de clase social se ha instalado profundamente en la conducta de los españoles. Los ciudadanos de hoy se encuentran prisioneros entre el recuerdo del pasado y el impulso hacia el futuro, entre la memoria de la propiedad y la aspiración al mayor consumo. El pensamiento y la ideología por una parte y la dictadura de los usos y costumbres por otra, tienen como referencia e inspiración el estilo de vida caracterizado por la abundancia, el refinamiento, el lujo y el confort individual y familiar en menoscabo de la solidaridad. Sin embargo, para superar la difícil situación económica actual en la que se encuentran las sociedades modernas, es necesario una clase de espíritu que neutralice esa tendencia apuntada. Tenemos que renunciar a nuestros deseos interminables de más, a la insaciable sed de posesión y sustituirla por la sencillez, por la austeridad, por la medida y la moderación en la tenencia y en el uso de las cosas. El empleo de recursos económicos tiene que ser siempre limitado pues limitada es su disponibilidad.
Los bienes de la tierra, tanto los naturales como los producidos o manufacturados, son siempre globales y escasos, mientras que las necesidades son, contrariamente, crecientes aunque sigue siendo universales. Tenemos que admitir esta estructura asimétrica de todo el sistema económico: la relación entre bienes y necesidades, entre producción y demanda es siempre desproporcionada. Por eso, es necesaria una intervención de la conciencia moral para paliar o corregir, mediante un justo sistema de distribución de la riqueza generada, las desigualdades existentes en el acceso y disfrute de los recursos humanos. Pero nadie está satisfecho con su clase y todos aspiran a subir, a ascender en la escala social aumentando su poder adquisitivo, en posesión y en consumo. Ambición es su nombre que parece resumir la esencia del espíritu de clase.
Es el espíritu del capitalismo californiano frente al capitalismo renano. Demasiada fiebre del oro como para ocuparse de otras dimensiones de la economía que inspiren sus leyes y desarrollo. Una economía especulativa y un capitalismo salvaje que obedece sólo al principio de la rentabilidad del mercado, nos han conducido a esta situación que vivimos. Hay muchas cosas que recortar: ganancias, retribuciones, salarios, precios, especulaciones, y sobre todo hay que recortar el deseo irrefrenable de riqueza que todos manifestamos. Llegados a este punto, vemos cómo el pueblo va conociendo, cada vez mejor, los secretos y las estrategias ocultas de la nueva clase política para convertir el oficio de representante popular en un medio de buena vida. La función vicaria y sustitutiva no autoriza a convertirla en una situación excepcional o en una fuente de privilegios a todas luces injustos, mientras que el pueblo, en el fondo del valle de la pobreza y del desempleo, sufre las consecuencias de las injusticias y deshonestidades.
Los sistemas democráticos y de representación han propiciado y alentado el nacimiento de una nueva clase social llamada clase política con todas las connotaciones negativas de permanencia y de ocupación. Por lo demás, gobernantes y gobernados, debemos aceptar que ha pasado el tiempo de la alegría, del patio y del parque social. Hace unos años, impactó mucho en Alemania el diagnóstico sobre la etapa terminal de la economía realizada por Helmut Kohl, llamando a la austeridad de los ciudadanos y plasmada en aquella frase de sozialpark para designar el estilo de vida en que se había convertido la sociedad de la abundancia y de la financiación. También sospecho que entre nosotros se ha terminado la hora de recreo y hay que volver a la austeridad.